Por: Ramón Antonio Veras.
Introducción
Por
formación familiar, personal e
ideológica me repugna ver a un
ser humano humillado, degradado,
o de cualquier forma vejado. Reacciono
mal si observo que una persona es ultrajada física o moralmente. Una prueba de
esto es que no acepté hablar con el que
organizó el asesinato de mi hijo Jordi, cuando me lo presentaron esposado;
reclamé y logré que sólo cuando le
quitaron las esposas hablé con él.
He escrito
la introducción anterior para explicar la indignación que me genera el trato
que en mi país reciben los haitianos inmigrantes negros y pobres.
Me
voy a permitir exponer algunas ideas que cuadran perfectamente con la situación
de los inmigrantes haitianos negros y
pobres que llegan a nuestro país en
como olvidados de la especie humana.
I.- El fenómeno migratorio. El caso de
los haitianos aquí.
1.- Los
seres humanos se sienten sumamente bien allí
donde han nacido, formado y
desarrollado; solamente razones muy poderosas les impulsan
a trasladarse para vivir en otros lugares.
2.- Pero
en todo el curso de la historia de la humanidad se ha dado el fenómeno migratorio, y las razones han sido
diferentes; van desde las motivaciones religiosas, pasando por
las políticas hasta llegar a las económicas. Estas últimas son las que
más se han desarrollado en los últimos tiempos por la búsqueda de mejores
condiciones de vida: es por ello que el fenómeno migratorio
se da con una orientación marcada: de los países menos desarrollados hacia los más desarrollados.
3.- La
movilidad de dominicanos, ecuatorianos, guatemaltecos, salvadoreños, y de otros países de América Latina y el Caribe hacia los Estados Unidos
de Norteamérica, tiene su razón de ser en
el desarrollo desigual entre la generalidad de estos países con respecto a los Estados Unidos de
Norteamérica.
4.- En
particular, para darnos cuenta por qué millones de caribeños abandonan su
propio territorio para incorporarse a la
producción de otros países, se impone
conocer el nivel de desarrollo del
capitalismo en las fuerzas productivas y en la industria; la situación del mercado interno de cada país respecto a la
metrópolis, principalmente norteamericana; el mercado de la fuerza de trabajo, el
grado de desarrollo económico, social y político del país desde donde
parte el inmigrante y el de recepción, y
la clase dominante que sirve de sostén a los monopolios en los países
dependientes.
5.- Esa
es la misma razón que se puede dar para explicar lo que impulsa a los
nacionales haitianos a venir a la República Dominicana a vender su fuerza de trabajo en condición de
inmigrantes.
6.- La
inmigración de los haitianos hacia la República Dominicana tiene un aspecto
especial por la opción de:
se lanzan al Océano Atlántico, o cruzan hacia la República Dominicana. Pero ocurre que el inmigrante haitiano negro y pobre que llega a nuestro país cae en una encerrona que le coloca de
inmediato en un dilema, en una
situación sin alternativa, porque si es ilegal
es rechazado como indocumentado, y si tiene sus papeles en regla es
impugnado por negro; portador de enfermedades;
desnaturaliza la cultura
original española; no es
higiénico; practica la brujería, despide
de su cuerpo un mal olor; es depredador
porque acaba con la foresta, le quita el espacio laboral a los nacionales y
deprime el salario.
II.- Los prejuicios y el trato a los inmigrantes
haitianos negros y pobres.
7.- En cualquier lugar del planeta tierra donde se mueve
un prójimo, lo hace en procura de alcanzar su
bienestar material o espiritual. Sólo se
pone en tensión para lograr una satisfacción, no para estar atribulado, o de
cualquier forma afligido, castigado. Pero no todos los integrantes de la
sociedad que hace de receptora de inmigrantes les dan la misma acogida;
prejuicios de todas clases se manifiestan contra el que arriba a un país
extranjero en procura de ocupar un espacio en el mercado laboral. En nuestro país el inmigrante haitiano
negro y pobre no es del agrado de grupos
prejuiciados.
8.- El inmigrante
haitiano negro y pobre es visto aquí,
por algunos, como un intruso; un necio que ha llegado en condición de entrometido a quitarle el empleo a un nativo; un forastero que penetra a
deprimir los salarios; advenedizo que
viene a suplantar la cultura nacional,
en fin, el que hace acto de presencia para vender su fuerza de trabajo
por un salario, es considerado como un necio que se ha introducido en un lugar
sin derecho y sin ser requerido.
9.- Ese inmigrante
haitiano negro y pobre es considerado por algunos sectores retardatarios como un estigma, una mancha para
el medio social dominicano; una afrenta para los demás miembros de la sociedad,
una tacha que ha incursionado para convertirse
en una infamia.
10.- Aquel haitiano
negro y pobre que vive en el país en
condición de inmigrante, se le aplican
los epítetos más afrentosos,
apelativos degradantes; adjetivos insultantes; se le reservan términos
peyorativos, hirientes, con el fin de hacerlo sentir despreciado como persona.
11.- Una vez un individuo hace acto de presencia en un
sitio donde están presentes otras personas, puede comprender si su llegada ha caído bien o mal, agrada o
repugna; puede divisar que asquea, que
su ida hace bien, que si se marcha hace
sentir muy bien a los demás. Los inmigrantes
haitianos negros y pobres en
nuestro país así lo perciben
12.- Pero los inmigrantes
haitianos negros y pobres, no son tontos.
Aunque el ejercicio de la simulación
de parte de algunos de nuestros nacionales hace posible que el recién
llegado no asimile la impugnación en su
contra, los gestos con la boca, los signos transmitidos con los ojos, los
ademanes con otros órganos del cuerpo pueden hacer comprender al visitante el
rechazo el rechazo a su presencia.
13.- El alma no engaña, y el corazón no traiciona a su
dueño; la conciencia le dice al ser
humano que la expresión del rostro, el semblante de aquel con quien comparte no
lleva gusto en comenzar o seguir tratándolo,
su estadía genera pesar. Los inmigrantes haitianos negros y pobres así
lo entienden, pero callan aunque
sufren.
14.- La especie humana está formada para sentirse bien, y los inmigrantes haitianos pobres y negros, no son la excepción. El bienestar les llena de bondad, mientras que la calamidad les quita el sentido de la dicha; la
adversidad les perturba; quebranta su deseo
de vivir en nuestro país, y sólo lo hace por un estado de necesidad extrema.
15.- Moverse en un ambiente acogedor alimenta el espíritu
de las personas, las convierte en entes sociales halagados, satisfechos,
encantados de formar parte de un medio que las seduce para mantenerse haciendo
vida social con sus semejantes fascinantes, cautivadores. Pero este no es el
caso de algunos dominicanos hacia los inmigrantes haitianos negros y pobres.
16.-
De tanto considerar a los haitianos
negros y pobres una nadería, como
algo menospreciado que sólo merecen ser maltratados para que se larguen porque ennegrecen el ambiente y oscurecen
el país; aquellos que dentro de su ofuscación chauvinista y alucinación de
superioridad racial frenética, se ciegan
ante el inmigrante haitiano negro
y pobre, a quien ven como excremento de la sociedad dominicana
Tres reflexiones.
a.-)
La hipocresía no puede imponerse a la
autenticidad, ni la estratagema a la veracidad. Las maniobras politiqueras
contra los inmigrantes haitianos negros
y pobres, no deben confundir a las dominicanas y dominicanos que vivimos abrazados
a la realidad objetiva; que estamos liberados
de la cháchara pueril, de la futileza engañosa, la nimiedad y bobada
confusionista. La falsa, el ardid como propaganda ha de caer ante las
evidencias, la legitimidad.
b.-)
La franqueza debe tomar su imperio. Debemos ser sinceros y decirles al
pueblo haitiano y al dominicano, que las masas populares haitianas y dominicanas
son víctimas de las maquinaciones ideológicas impulsadas por los intereses
monopolistas extranjeros y las minorías
insaciables de ambos países que, históricamente, han estado interesadas en
mantener a los dos pueblos oprimidos,
divididos y confundidos bajo intrigas politiqueras.
c.) Lo
mejor del pueblo haitiano y del
dominicano, sus fuerzas motrices sensibles,
progresistas y democráticas, deben
acercarse mutuamente para analizar con sentido realista y sin sectarismo, lo que conviene o afecta a dos países que, como Haití y la República Dominicana,
deben permanecer unidos en la fraternidad, la comprensión y la solidaridad, que es la más alta expresión de los seres
humanos.
Santiago de los
Caballeros,
26 de junio de 2015.
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