La sociedad civil internacional está preparándose para dar visibilidad a sus posiciones e intentar influenciar la Conferencia del Clima (COP-21), en medio del momento político que precede a las grandes ruedas de negociación del evento, que ocurrirá a comienzos de diciembre, en París. La COP-21 será un paso fundamental en el intento de construir un acuerdo con todos los países para que la temperatura promedio de la Tierra no sobrepase los 2º C antes de fin de siglo, límite considerado seguro por la ciencia para evitar impactos más graves de los cambios climáticos.
carlos-garcia-isa
Manifestaciones promovidas por la sociedad civil durante la Rio+20, la Conferencia de la ONU para el Desarrollo Sustentable, en junio de 2012, en Río de Janeiro. Foto: Carlos García-ISA.
Con la cercanía de la Conferencia, la agenda internacional preparatoria de las movilizaciones es intensa. En noviembre, en vísperas del comienzo de la conferencia, hay dos fechas clave: 28 y 29 de noviembre, en las que están previstas grandes movilizaciones en París y en varios lugares del mundo, que pretenden reforzar que la sociedad civil está observando de cerca a la Conferencia. En diciembre, se organizará la “Ciudad de las Alternativas”, que tiene el propósito de divulgar las soluciones existentes para la lucha contra los cambios climáticos, y la “Zona de Acción Climática (ZAC)”, una especie de “Cumbre de los Pueblos” de la Conferencia, punto central de las actividades y encuentros de la sociedad civil, en un espacio artístico y cultural llamado “104”. Ambas iniciativas serán abiertas al público. El 12 de diciembre, después de la conferencia oficial, está prevista otra gran manifestación en las calles, denominada “La última palabra”.
Los preparativos comenzaron en junio
A mediados de junio, más de 400 representantes de todo el mundo llenaron el salón de la Universidad de Nanterre, ciudad de la Región Metropolitana de París, para preparar éstas y otras manifestaciones de la sociedad civil hasta diciembre. Las acciones están siendo articuladas por ONGs, movimientos sociales, redes y colectivos diversos, que incluyen grupos ecologistas y conservacionistas, religiosos, agricultores, indígenas, profesores, artistas, sindicatos y estudiantes, entre varios otros.
“Sin la movilización de la sociedad civil no hay presión y sin presión los gobiernos son incapaces de actuar más allá de sus propios intereses, los cuales han dominado hasta ahora las decisiones en torno de las negociaciones del clima”, afirma Juliette Rousseau, una de las responsables por la Coalition Climat 21 –articulación de cientos de organizaciones de la sociedad civil– en Francia. “El objetivo es presionar [a los negociadores], para que ellos [los gobiernos] comprendan que, detrás de todo esto, hay una masa de ciudadanos preocupados y movilizados”, explicó. Rosseau también tuvo participación importante en la organización de la Cumbre de los Pueblos, durante la Río+20, en 2012.
La Coalition Climat 21 articula a 140 organizaciones de la sociedad civil cuyo objetivo es crear una plataforma para coordinar las movilizaciones en forma conjunta y global y establecer un canal de comunicación con los organismos institucionales durante la COP-21. Es coordinada por la WWF, Greenpeace, Amigos de la Tierra, Oxfam y Cáritas, además de la red de organizaciones católicas Cidse, y organizaciones altermundialistas, como la ATTAC (Asociación para la Tasación Financiera y Ayuda a los ciudadanos), creada en Francia.
Movimiento global
A nivel internacional, los intentos de viabilizar una acción global de la sociedad civil venían ocurriendo hace varios años, principalmente después de la frustración y desmovilización provocadas por la falta de éxito histórico de la Conferencia de Copenhague, en 2009, de conseguir concretar un nuevo acuerdo climático internacional. “Después de Copenhague, hubo un acercamiento entre los movimientos, que estaban separados, porque percibimos que no serían sólo las negociaciones las que salvarían al clima”, cuenta Alix Mazounie, de Climate Action Network (CAN).
El gran momento de recuperación llegó, en septiembre de 2014, cuando en una jornada histórica, en vísperas de la reunión de la asamblea de las Naciones Unidas sobre el Clima, 400 mil personas salieron a las calles de Nueva York y más de 2 mil manifestaciones ocurrieron en todo el mundo para pedir más compromiso contra los cambios climáticos. Nunca antes, una movilización por el clima había involucrado a tantas personas en el planeta. “Las demandas de las organizaciones que trabajan con el tema del cambio climático nunca fueron tan consideradas”, comenta Mazounie. La articulación, sin embargo, comenzó a tener importancia hace dos años, como resultado de la movilización realizada en la Conferencia del Clima de Varsovia, en 2013. En aquel momento, en un contexto de parálisis de las negociaciones, las ONGs y movimientos sociales concordaron, por primera vez, en un gesto común: abandonar la Conferencia denunciando la desidia de los países negociadores. “Ésta fue la primera vez que, mundialmente, conseguimos movilizarnos todos juntos y fue porque compartíamos la misma indignación”, recuerda Mazounie.
Uno de los lemas del movimiento, “Cambiemos el sistema, no el clima”, indica la necesidad de sobrepasar el modelo de sociedad que llevó al problema climático y poder repensar la manera de producir y consumir energía, de locomoción y de producir alimentos. Para el movimiento, esto implica un cambio en la forma de relacionarse con los territorios y con las ciudades. Otra cuestión fundamental es la justicia climática con los más pobres, que sufrirán más con las consecuencias del desequilibrio del clima.
La sociedad civil parece ver a París como una ocasión para consolidar un movimiento climático con visión de largo plazo. Por eso, desde ya está siendo planeada una marcha mundial para mayo de 2016. “El objetivo es impedir que la gente se desmovilice, por eso es necesario tener siempre manifestaciones en el horizonte para que podamos continuar juntos en esta lucha”, explica Mazounie.
Vía: Adital. Por: Luna Gámez y Carlos García. Foto principal: Activistas ambientales protestan por lo que llamaron “vergüenza” durante la Conferencia del Clima de Copenhague, en 2009.