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lunes, 29 de abril de 2013

Agripino Nuñez: Un mediador de larga data





A Monseñor Agripino Núñez Collado le ha tocado la parte más difícil de la Iglesia. Lograr la justicia social en personas cuyos intereses políticos, económicos y personales priman más que todo ante el orden divino, ha sido su gran reto en la vida y el hueso más duro de roer.
No era igual transmitir fe y esperanza de una mejor vida a feligreses que por su propia voluntad acudían a misa en búsqueda de paz y consuelo, que sentar en la mesa del diálogo a personas que de primera intención eran impermeables y acudían a la cita con la carta del “no se puede”.
Convencer al “sabio” doctor Joaquín Balaguer de que tenía que hacer algo para frenar la huelga general por tiempo indefinido anunciada por 25 centrales sindicales a partir del lunes 9 de septiembre de 1990, motivada por el descontento de la población ante la carestía y escasez de alimentos, y en la que podían morir muchas personas, no fue una tarea de pizarra.
“Usted me está pidiendo que calme la incertidumbre que hay en el país. Pero yo no puedo hablar si no tengo nada qué decir. Yo no soy el culpable de esta crisis, me dijo Balaguer cuando le advertí que se le iba a armar una revuelta grande porque la gente ya no aguantaba más. Pero luego entró en razón y me dijo: Tráemelos mañana”. 
Era domingo, un día antes de la huelga nacional que los analistas políticos vislumbraban como “la otra revolución de abril”. Y que, gracias a una pronta intervención de Núñez Collado, se desactivó a tiempo.
En otro contexto distinto, bajo el gobierno de don Antonio Guzmán (1978-1982), los aires estaban calmados, esperando el bienestar que traería la democracia plena, pero en la época del presidente Salvador Jorge Blanco (1982-1986) volvió el descontento de la gente y las protestas por los bajos salarios.
El sueldo mínimo era de 75 pesos y se llevó a 125 gracias a la mediación y a la disposición de este mandatario de flexibilizar las medidas económicas y favorecer una mejoría retributiva al trabajador dominicano.
Del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) dice que es una organización que nació con buenos ideales, pero cuyas características siempre fueron las de movilizar a las masas y en muchas ocasiones llegó a intranquilizar el país, aunque hay que reconocer que sus líderes siempre estuvieron dispuestos al diálogo y a ceder por una sociedad mejor.
“Ese Peña Gómez (José Francisco) tronaba cuando hablaba y encendía todo lo que estaba a su alrededor en su lucha por un país mejor, pero era muy noble. Recuerdo que dos días antes de su muerte lo fui a visitar a su lecho y me dijo: ‘Manténgase así, que aquí pueden venir cosas peores’. 
Para Núñez Collado, el hecho de que un líder moribundo estuviera pensando en el futuro del país es una muestra de que las veces que movilizaba a las masas para reclamar que se respetara la democracia y el bienestar social tuvieron un principio divino: la justicia social.
Este ambiente de discordias políticas post-trujillato y la sensatez que demostraron los políticos de entonces al bajar la guardia y dar una tregua cuando fuese necesario, en el caso de los líderes, o cambiar las políticas de gobierno en los mandatarios, fue lo que dio paso a la nueva era de la democracia participativa que implementó el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) con el gobierno de Leonel Fernández (1996-2000).
Y en esta apertura al diálogo y la concertación tuvo que entrar también el sector empresari
al del país que, por otro lado, oprimía a los trabajadores con bajos salarios y escasas reivindicaciones debido a la inexistencia de leyes que equilibraran los bienes y riquezas y la herencia cultural de explotación obrera.
“Pero hoy podemos decir que los dominicanos que han tenido el poder en sus manos han sido sensatos, porque si bien han sido intransigentes en algún momento, también han sido razonables. Es decir, que el diálogo funciona y muestra de ello es que en todos los ámbitos del país se logran importantes acuerdos producto de la concertación, el consenso y la mediación”, precisó el sacerdote. 
 EN DOBLE VÍA
¿Cuál ha sido la mediación más difícil?

La del Código de Trabajo. En el decenio de los ‘80 se generó una situación de inestabilidad laboral y empresarial, con un descontento por los bajos salarios, pero se logró el consenso. El proyecto fue al Congreso y se convirtió en Ley. Desde 1992 a la fecha no ha habido huelga por cuestiones laborales. Ellos (los empresarios) aprendieron del proceso y ya los aumentos vienen solos junto a las mejorías y reconocimientos para la clase trabajadora. 
¿Y cómo se controlaron las huelgas?La poblada de abril de 1984 fue lo que le puso la “tapa al pomo” de la discordia. Nunca se supo cuántos dominicanos murieron. Esas fueron las circunstancias más difíciles. Pero los que tenemos principios no nos podemos rendir y en enero de 1985 la Conferencia del Episcopado emitió un mensaje en su Carta Pastoral pidiendo un diálogo para estimular una convivencia pacífica. Entonces se produjo el acercamiento del Gobierno con los sindicatos y poco a poco llegaron los acuerdos. 
¿Con qué hecho se logró el consenso?Con un retiro en Jarabacoa, en marzo de 1985, para analizar la situación laboral en el país y evaluar resultados favorables de políticas aplicadas en otros países. Las discordias laborales en República Dominicana eran protagonizadas por tres centrales sindicales, el sector patronal y el Gobierno. Cuando entra la mediación de la Iglesia Católica logramos reunir las partes y se acordó traer especialistas de México, España y Uruguay en materia laboral. Julio de Peña Valdez, Nélsida Marmolejos, Gabriel del Río, Fabio Ruiz estaban entre los delegados de los gremios; la cúpula empresarial estaba encabezada por el Conep y el Gobierno por la Secretaría de Trabajo.  
¿Qué otra mediación fue controversial?La que tuvo que ver con la Ley de Seguridad Social. Nos costó mucho trabajo conseguirla de manera consensuada. La Conferencia del Episcopado designó a monseñor Francisco José Arnaiz y a un servidor, y el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez siempre estuvo participando en todo como máximo representante de la Iglesia Católica, siempre que se requería su presencia.   
¿Cómo actuaba Balaguer en esto?Él siempre me recibió y estuvo dispuesto al diálogo. Con relación al tema laboral él nombró una comision de juristas y Lupo Hernández Rueda le presentó un proyecto de Código de Trabajo que él acogió. Cuando se le pidió la liberación del impuesto sobre la renta a los salarios de hasta tres mil pesos, siendo el mínimo de 225 pesos, él dijo que todo el que recibe dinero del Estado tenía que devolver algo para obras sociales, pero terminó accediendo a la petición. Nosotros visitamos a dos líderes: José F. Peña Gomez y Juan Bosch, y estuvieron de acuerdo. 
Pensaba que las mediaciones políticas eran las más difíciles. ¿No es así?Sí, las del proceso laboral fueron difíciles pero las mediaciones políticas y electorales fueron más fuertes porque implicaban la seguridad del Estado y la del pueblo, pero también se han hecho. La más dura fue la del año 1994 para lograr un acuerdo entre los candidatos presidenciales Joaquín Balaguer, que se autodefinía como ganador de las elecciones, y el líder del PRD, José F. Peña Gómez, que decía lo mismo y ninguno quería reconocer el alegado triunfo del otro, mientras la población clamaba por una rápida respuesta.
Usted ha tenido acceso a los presidentes. ¿Cuál fue el hueso más duro de roer en las negociaciones?Todos han sido duros en sus convicciones y flexibles al final. Balaguer tardó más pero marcó el camino. Luego vinieron los del PRD y el presidente Leonel Fernández coronó la marca del diálogo propiciando este sistema a todos los niveles de su gobierno y para comunicarse con la población y conocer sus necesidades. Los presidentes han sido generosos y no llegaron a trancar de forma definitiva el juego de la mediación. 
¿Se siente satisfecho con el papel de mediador?Creo que la única cosa que no debemos hacer es cansarnos, de modo que quizás no se ha logrado todo lo esperado, pero mucho se ha avanzado. 
¡Cuáles son las técnicas que usted usa para poner a la gente de acuerdo?No es sólo la técnica, sino la confianza en el mediador. Yo estoy muy agradecido del liderazgo social porque los 766 artículos del Código de Trabajo se consensuaron. La mejor estrategia es suspender la reunión cuando los ánimos están caldeados y hacerla por separado. Y lo otro es hablar, no como autoridad sino con autoridad. Un día un empresario me dijo: “Usted está parcializado” y le contesté: Usted está equivocado, nosotros estamos sentados aquí para hacer un Código de Trabajo en favor de los trabajadores, no para proteger a los empresarios y tuvo que admitirlo. Le hablé con carácter. 

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