Por: Ramón Antonio Veras.
1.- Recientemente fui invitado por una organización
comunitaria que realiza diferentes actividades
en el Ensanche Bermúdez, en la ciudad de Santiago de los Caballeros, a
un conversatorio. En el curso de mi intervención abordé
diferentes temas, uno de los cuales fue
el estado de crisis en que se encuentra en estos momentos la familia
dominicana.
2.- El vínculo que se forma por la relación
familiar no es el mismo que resulta de los socios de una compañía por acciones.
En la compañía prima el interés económico, mientras que en lo familiar es el
lazo afectivo. La familia constituye
la base sobre la cual descansa la sociedad.
Si la persona sale corrompida de la familia, corrompida entrará a la
sociedad.
3.- Históricamente
la familia ha permanecido como un factor activo de la sociedad, pasando de una
etapa inferior a una superior; su avance se debe a que como categoría histórica
descansa no solamente en lo
jurídico-económico, sino, principalmente en lo afectivo, el amor, la
fraternidad, la solidaridad, la confianza mutua que debe imperar en el conjunto
de la familia.
4.- La realidad nos está diciendo que el
agrietamiento hoy de la sociedad
dominicana no es más que la fiel expresión del deterioro existente en la
familia. Se impone una amplia reflexión
respecto a la situación de la familia como célula principal del organismo
social.
5.- Hablar de crisis en la familia dominicana es
referirse a una parte del todo, porque
así como ella está en el cuerpo familiar, también la encontramos en el servicio judicial, educativo, policial,
militar y de salud.
6.- La organización económica, política,
educacional, policial, militar y familiar está hoy afectada por una crisis
profunda que llega a todas las familias,
sin importar su origen social, económico
y político. La familia, la escuela, el Estado, en fin, todas las instituciones
dominicanas, civiles y militares, unas más que otras, tienen responsabilidad en
la crisis que padece la sociedad dominicana
7.- La familia dominicana hoy hecha añicos, refleja una sociedad de descendientes
abandonados a su suerte, malcriados y peor acostumbrados; negativamente consentidos por aquellos que, en lugar de cuidar a sus adolecentes, se han
ocupado irresponsablemente sólo de sí
mismos.
8.- El hecho de que la familia esté hoy estropeada,
descompuesta en su funcionamiento, debe abrumar a la generalidad de los que
aspiramos vivir en una sociedad civilizada, a la vez que abochornar a los que han contribuido a
convertir a nuestro país en su fango.
9.- El momento es oportuno para que los
ascendientes que desean levantar a sus descendientes en un ambiente distinto al
actual, razonen en el sentido de que ser papá
les impone un compromiso social que no pueden eludir; y si quieren ser
llamados papitos, papaítos queridos,
tienen que comportarse como merecedores de recibir de los suyos caricias,
cariño y cuantas expresiones puedan salir de los corazones mimosos de sus niños
y niñas.
10.- Los padres que han contribuido a llevar a la
familia al estado de calamidad que se encuentra ahora, son los dominados por
lacras que genera la sociedad dominicana, porque se han limitado a agasajar a
hijos e hijas, pero descuidando la
correcta formación. Han puesto los halagos por delante de la correcta orientación, el buen proceder.
11.- En el orden de la familia,
la responsabilidad de los padres frente a los hijos no se limita a la
manutención, pago de la educación, formación profesional, proporcionarle un adecuado
hábitat y diversión de toda índole. El
cumplimiento del deber se extiende más allá de las obligaciones económicas,
porque padre y madre están obligados a
dar seguimiento a las actividades de los hijos, sin importar su naturaleza.
Solamente así pueden tener conocimiento cabal de lo que están haciendo y
con quienes se relacionan.
12.- Le resulta muy fácil al padre resolver los problemas familiares con aportes
económicos, pero sin ejercer su misión de orientar y controlar el
comportamiento de los hijos, sin importar que sea tanto en el hogar, en la
escuela, universidad, o en el seno de la sociedad.
13.- Los padres están ligados con los hijos por
lazos sanguíneos y legales, no por los hechos delictuosos que puedan ejecutar
durante su vida. Si el hijo mayor de edad ejecuta acciones al margen de las
normas de honradez y decencia, los padres no son culpables de ellas, pero deben reconocer que hay
fallas en la orientación, vigilancia y control del organismo
familiar.
14.- Cuando en el seno familiar uno de los hijos
comete una falta que constituye una afrenta, no hay motivo de lamentos; lo que
procede es tomar las medidas necesarias de reorientación, aplicar los
correctivos para que el joven en falta cambie de comportamiento y en lo
adelante sea hombre o mujer de bien, aceptada por todos, y la
acción pecaminosa sea vista como una falta, algo que debe quedar en el pasado y
no como una mancha en la familia.
15.- Pura y simplemente, la sociedad dominicana y la familia
están en crisis, lesionadas,
afectadas en su base y estructura,
y para superar esa situación se impone un cambio profundo, una
transformación que llegue a todas las
áreas del ordenamiento social del país, sin excepción
16.- La
transformación necesaria en el órgano familiar
dominicano, requiere del convencimiento de los sectores más
consecuentes del país, y que se pongan en tensión en procura de que la
renovación se logre fuera de los marcos del modelo actual que no es capaz
de generar una familia que tenga como base normas de conducta que sirvan
de modelo para la formación de seres humanos apegados a criterios éticos y
morales.
17.- La
metamorfosis que necesita la familia dominicana, afectada hoy por una crisis sistémica, ha de invertir,
rectificar la línea que hasta ahora han seguido los padres, en el sentido de
aceptar tranquilamente la forma de vida que genera el vigente ordenamiento
sustentada en el individualismo, egoísmo y otras expresiones de una conducta
humana entregada a los vicios, a lo
licencioso.
18.- La depravación que hoy exhiben diferentes
segmentos de la sociedad dominicana, es
la ausencia de una correcta orientación hogareña. Las niñas y niños que en
nuestro país andan por esas calles de
Dios, compitiendo para ver cuál es el
más crapuloso, malcriado, pervertido, son víctimas de una paternidad tragada
por el medio social que desconoce
la decencia y lo virtuoso.
19.- El hábito de una hija o hijo obrar mal se
origina en el hogar, allí donde los padres son los que señalan las reglas de como proceder en el medio social. El desenfreno notorio,
las inmoralidades que asombran y la
degeneración descarada, son los defectos, las anomalías toleradas por cabezas
de familias contaminados, viciosos empedernidos.
20.- Los que
dirigen la familia, el papá y la mamá, no pueden pretender salir victoriosos al formar sus descendientes
si no predican con el ejemplo, sirviéndoles de modelo para que sean hombres y
mujeres de bien. El buen actuar motiva a los demás a proceder correctamente, con sentido de integridad,
no así el que hace de vulgar.
21.- No es
posible levantar una familia, y que sus miembros tomen la línea de la
laboriosidad y la honestidad, si el padre no es más que un ejemplar
perezoso y practicante de la corrupción. Una sociedad que no exalta al
diligente, al esforzado, tiende a santificar
a quienes gustan de la vida
fácil, al dejado y desganado.
22.- Está descalificado para llamarle la
atención al hijo que anda por el camino
equivocado, el padre que ejecuta acciones pecaminosas que lo convierten en una
afrenta social; para enmendar hay que
tener calidad; el descendiente no rectifica
si quien puede orientarlo correctamente no está moralmente en condiciones de sermonear. El progenitor en
falta ante la sociedad, no califica para dirigir una familia,
porque para regañar a las niñas y
niños hay que disertar sin máculas.
23.- La familia necesita tener una dirección
correcta en la persona de los padres, pues de lo contrario está abandonada a lo
que decidan hacer o no hacer los hijos
que, desorientados, actúan sin
escrúpulos, desaprensivos, atrevidos, verdaderas escorias sociales.
24.- Lo arruinada que está la familia en nuestro
medio debe llamar a seria preocupación a
todos aquellos que consideran que se impone componer, ser activistas para
arreglar lo mal que anda la célula
fundamental del ordenamiento bajo el cual estamos viviendo. Comprender que la familia está en crisis nos
dice que está en dificultad, que el peligro en su seno es real, lo que
debe preocupar a los padres y a las madres por el destino de sus
vástagos.
25.- El trance que manifiesta la familia en nuestro
medio es de una profundidad tal que algunos progenitores han llegado a creer que su misión es la de ser
suministradores de recursos económicos a sus descendientes, olvidando sus
deberes de orientadores, formadores de
los hombres y mujeres del futuro.
Santiago de los Caballeros,
19 de septiembre
de 2016.
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