Por: Ramón Antonio Veras.
Introducción
1.- La práctica de la vida es lo que más
enseña; la experiencia adquirida en el duro batallar nos prepara para enfrentar
situaciones que sólo la rutina permite
su comprensión; la habitualidad hace posible que desarrollemos destreza para
descubrir las minucias y los asuntos de transcendencia que se anidan en el
cerebro de los seres humanos.
2.- En un santiamén no llegamos a tener el
dominio, la sapiencia necesaria para darnos cuenta de los defectos y las
virtudes de aquellos con los cuales compartimos y establecemos estrechos
vínculos. El tiempo nos da sabiduría, aunque
muchas veces la misma no basta para descubrir los vicios ocultos que dañan a los débiles de
espíritu.
3.- La comunicación con los demás sería
sumamente fácil, llevadera, si en el medio social todos tuviéramos igual conducta, idéntica forma de
comportamiento; pero resulta que en el ambiente que nos movemos existen
diferentes formas de actuar, de intervenir, operar unos y otros.
4.- Si todos los integrantes de la sociedad
actuaran en igual sentido y las
relaciones se guiaran por una especie de
código único; si la sorpresa no existiera, todo sería armonía, comprensión,
concordancia y cordialidad. Pero no resulta así.
5.- Por la variedad de actitudes entre los
miembros de una misma sociedad, al lado de la armonía está la discordia, la
avenencia y la desavenencia, el odio y
la simpatía, el acuerdo y la discrepancia, conciliación y antagonismo; en verdad, están presentes pluralidad de formas de
actuar.
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