Por:
Ramón Antonio Veras.
I.-
El nuestro, un pueblo bueno
1.- El pueblo dominicano
es sumamente bueno, genera bondad en cada una de sus actuaciones, manifiesta
solidaridad en forma espontánea; la generosidad la practica como expresión de
su sensibilidad; se comporta benévolo, con entusiasmo y cariño sin requerimiento alguno. Donde hace falta la
piedad, la ternura, ahí está extendida la mano de los nuestros.
2.- Una comunidad
caracterizada por su probada vocación de
nobleza e integridad, demuestra estar compuesta por hombres y mujeres virtuosas,
llenas de probidad; sólo sirven para
hacer el bien, dar ayuda, ir en auxilio de quien lo necesita y presta la oportuna atención al necesitado.
3.- Si nuestro pueblo
ha demostrado ser compasivo, no merece
un trato malo, cruel y despiadado; a la
bondad no se le debe responder con la ruindad, ni a la piedad con la crueldad.
La reciprocidad merece correspondencia,
concordia, no rencilla.
4.- Estar el
pueblo dominicano conformado por personas
magnánime, de buenos sentimientos,
no quiere decir que sea conformista, que está diseñado para aprobarlo
todo, que da asentimiento sin dar señales de disconformidad.
5.- Lejos de
aceptar fácilmente lo establecido sin reclamar cambio alguno, como si estuviera
resignado, acomodado a lo que está
ocurriendo, nuestro pueblo no es fácil de someter; históricamente ha
dado demostración de bravío, de inflexible cuando se siente hastiado, harto de
abusos y atropellos.
6.- El hecho de
no hacer gala de su bravura, no es signo de que el pueblo dominicano carece de
ella, como tampoco entraña apatía de su parte;
en la actitud de los dominicanos y dominicanas no hay indiferencia ni desidia; por el contrario, conserva sus bríos, energía y sentido de lucha por un futuro mejor, provechoso.
7.- Comportarse previsor no quiere decir aceptación de la
realidad negativa; ser cauto para actuar
en el momento adecuado no significa estar en disposición de inclinar la cerviz como sumisión; la desesperación es mala
consejera cuando lo que procede
es la prudencia, la precaución.
II.-
Nuestro pueblo burlado
8.- De diferentes
formas se burlan de los pueblos los grupos de poder; en lo que
respecta al dominicano, los
burladores, los bromistas de la politiquería han recurrido a las
bromas, a sarcasmos descarados y despreciables; se han pasado de
chufleteros, irrespetando con su comportamiento burlesco.
9.- Los ciudadanos y ciudadanas dominicanas se sienten ofendidos
cuantas veces en el accionar politiquero se llevan a cabo operaciones que
desdicen mucho de lo que es respetar a los que participan en los procesos electorales como
votantes.
10.- Constituye
una ofensa a las electoras y electores llamarlos a votar en unos comicios en los
cuales un candidato hace uso de los dineros del erario, frente a otro que está
en disposición de ofrecer sus servicios cívicos
honoríficos a la comunidad, pero no
dispone de otros medios económicos que
aquellos que resultan de su trabajo digno y honrado.
11.- Tienen que ofenderse las personas decentes cuando
el ambiente político electoral está
dominado por politiqueros que simbolizan
el fenómeno de la corrupción, y en base
al dinero sustraído pagan publicidad induciendo a votar a su favor. El descaro tiene sus
límites y no tiene que ser aceptado con lisonja, sino con el desaire, el
desprecio.
12.- Se considera
agraviado el hombre o la mujer que en su condición de munícipe se ve obstaculizado de servirle a su comunidad como regidor o
regidora, porque no hay igualdad de posibilidades electorales
entre el
que aspira a ir a la sala capitular a hacer negocios e invierte cinco
millones de pesos, y aquel que solo
tiene vocación de servicio. Hay desigualdad entre el que se postula con dinero sucio para hacer sucieza y el que va con su conciencia y manos
puras.
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