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domingo, 29 de enero de 2017

Monopolio Político en el sistema de la educación dominicana.




El nombramiento, traslado y ascenso de los maestros y maestras en tiempos en que la Asociación Dominicana de Profesores ADP hacía su función gremial y sindical en el sector, las decisiones surgían de común acuerdo con las autoridades. El comité ejecutivo municipal de cada seccional de ADP, haciendo su labor de representación de los intereses magisteriales, y no de elite, recogía las necesidades de sus afiliados y afiliadas para gestionarlas ante las autoridades.

En una zona escolar, en donde trabajaban maestros y maestras de otras localidades era frecuente la solicitud de traslado, cuyos interesados acudían al dirigente más cercano y hasta el secretario general del sindicato para entrar en la lista de candidatos a ser beneficiados con la decisión. ¿Cómo se resolvía si se presentaba una posibilidad y había varias solicitudes? Se decidía en una reunión entre las autoridades del núcleo escolar, o el distrito educativo y los representantes de la ADP.

La necesidad de nombrar nuevo personal docente por creación de tarjeta o por renuncia de profesores. Y hubo muchas renuncias y abandono de trabajo por parte de profesores durante la crisis de la educación pública presentada en 1989, y en la que se repitió en 1991. Las vacantes se llenaban de la misma forma, es decir, la ADP tenía una lista de aspirantes, casi todos bachilleres y las autoridades tenía su lista que en algunos casos de personas que estaban en ambas listas.

El consenso imperante, salvo algunos casos de contradicciones propias del quehacer político y gremial, permitía que no fueran necesarios requisitos como la carta del partido del gobierno, estar pegado con altos funcionarios, o tener comité de base de apoyo a ciertos candidatos.  Aun así, de vez en cuando surgían pretensiones de imposiciones de parte de algunos funcionarios, pero la credibilidad, y naturaleza clasista y de oposición a la politiquería de la Asociación Dominicana de Profesores, ponía las cosas en su lugar.

El panorama político en la conducción de las once regionales de educación de República Dominicana, en la primera mitad de la década de los noventa era el siguiente: ocho pertenecían o respondían al acuerdo de santo domingo que encabezaba el principal partido de oposición al gobierno del Partido Reformista Social Cristiano. Es decir, los mandos medios de la educación pública, estaba mayoritariamente en manos de la oposición mientras el Secretario de Estado, como es natural, respondía al Presidente de la nación.

La situación anteriormente descrita permitía cierto equilibrio en los procesos de la educación pública.  No había suficiente inversión en educación, pero había acceso sin color partidario al empleo de docente de una escuela. El Seguro Médico para Maestros SEMMA tenía menos recursos económicos, pero había seguimiento al servicio de salud que debían recibir los afiliados y sus dependientes por medio de las asambleas de orientaciones y el trabajo de promotores y supervisores que escuchaban a las maestras y los maestros.

En el año 1996, con el ascenso al poder de un nuevo partido político se produjeron fuertes golpes a la unidad de la ADP, entre ellos la centralización de las decisiones de educación pública en las estructuras del partido oficialista. Una significativa división promovida por la corriente magisterial Eugenio María de Hostos, orientada por el PLD, que fueron llamados a romper una lucha por reivindicaciones de los maestros.  Para pasar de mal en peor, en el gobierno del PRD, la corriente Salomé Ureña, orientada por ese partido, respondió con igual arrogancia a favor de las medidas impopulares del presidente y sus funcionarios contra educación.

A partir de esa fecha, la franquicia del sindicato de los maestros, está controlado por el partido de gobierno, manteniendo el monopolio total de las decisiones en todas las estructuras de la educación pública, con incidencia en el sector privado. Los sistemas de control establecidas en los acuerdos y en la ley de educación en la década de los noventa se mantienen vigentes a pesar de que no han dado resultados. Los principales mecanismos desfasados son las pruebas nacionales y el concurso de oposición para contratar profesores, directores, personal de psicología, entre otros.










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