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martes, 11 de septiembre de 2018

El ambiente nuestro y el accionar político



Por: Ramón Antonio Veras.
I.- El deterioro social y la actividad política
1.- El deterioro de la sociedad dominicana comienza con el sistema social imperante, sigue con la familia, continua con las instituciones del Estado, hasta llegar a la degradación en el proceder de amplios sectores, clases y capas sociales que con sus actuaciones revelan la forma negativa como asimilan las taras que genera el orden establecido. La manera de ser de una persona identifica su personalidad y sirve para conocer su conducta.
 
2.- Para algunos dominicanos y dominicanas da lo mismo entregarse a costumbres licenciosas que mantenerse honestos. En la mente de los obscenos que aquí abundan, darle riendas sueltas a las acciones censurables da lo mismo que actuar en forma virtuosa. Estamos viviendo la época en la cual sobresalen los que tienen poca o ninguna vergüenza, los caraduras, impúdicos y desvergonzados. El ambiente está ideal para desfachatados e insolentes.
 
3.- La situación de agrietamiento ético y moral que padece el país sintoniza, hace buena liga con aquellos que poco les importa el qué dirán, que son los mismos que han contribuido a que se haya diluido, echado por tierra y reducido a la nada el proceder respetuoso que nos caracterizaba, muy diferente al actuar de muchos que, ahora, por el hundimiento moral se manejan como quien no quiere la cosa, lo que digan les da un pito.
 
4.- La política es la actividad en la cual más fácil se comprueba la plasticidad de diferentes segmentos de la sociedad dominicana de hoy, lo que se evidencia por lo maleable que actúan. La reciedumbre en las posiciones escasea en la mayoría de aquellos que han hecho del accionar político una habitualidad. Se comportan con una flexibilidad que revela la ausencia de solidez en los principios que dicen sustentar.
 
5.- Para la mayoría de los que están como profesionales de la política en los partidos tradicionales, su participación la hacen como un pasatiempo; ejecutan para estar en la chercha recreándose, llevando una vida solaz. De ahí que ellos dejan pasar por alto y se hacen de la vista gorda ante cualquier asunto de trascendencia para el país, sin importar que sea de naturaleza económica, social o que afecte a la soberanía nacional. Ellos son los que hablan mucho y sin sentido, demostrando que tienen más de impostores que de políticos veraces.
 
6.- El trabajo político con seriedad se ha desnaturalizado porque la inmensa mayoría de los que se identifican como líderes y se hacen llamar dirigentes llegan a la política sin el menor sentido de responsabilidad. Se insertan en el quehacer de sus organizaciones con el único fin de ocupar un espacio en procura de que algo les corresponda en la repartición del presupuesto nacional. Cualquier persona que no quiere trabajar se ha llegado a creer, y le ha dado buenos resultados, que conviene mantenerse como un zángano de la política.
 
7.- El vago político le ha hecho tanto daño a la política que cualquier hombre o mujer que por su conducta merece el respeto y la consideración de los demás se espanta cuantas veces se le sugiere que intervenga como miembro de una organización. El conjunto de cualidades morales que ensalza al dominicano o la dominicana quedan melladas una vez se juntan con muchos de los que han probado vivir como un pachá, pero sin bajar el lomo porque están en la lista de los políticos que trabajan como vociferantes.
 
8.- Los que se la dan de políticos y no son más que comediantes de ella, le han quitado brillo hasta el punto de afearla de tal manera que cada día se hace menos atractiva a la vista de las personas de bien. El panorama político nacional luce enturbiado porque las actuaciones de los que no sienten la política con decencia, la mantienen al margen de toda diafanidad. Aquí la política no motiva gracia, carece de encanto por las inconductas que exhiben muchos actores políticos tradicionales.
 
9.- La realidad política del país ha puesto de manifiesto que para un pueblo quitarse de encima a un ordenamiento injusto no bastan las iniquidades que genera e irritan, sino que es necesario que tenga como adversarias a fuerzas motrices que motiven confianza en el pueblo por ser personas íntegras en las cuales se puede confiar por el coherente accionar político.
 
10.- La inteligencia de nuestro pueblo le va a permitir, más temprano que tarde, convencerse de que debe zafarse de la influencia que ejercen aquellos que lo han dominado políticamente y lo han mantenido retenido ideológicamente convirtiéndolo en una especie de rehén. Liberarse de la politiquería permite a las masas populares convertirse en dueñas de su propio destino.
 
11.- Llegar a la política para servirse de ella forma parte de la trampa que los aprovechados del deterioro social han utilizado para que lo mejor de nuestro pueblo permanezca atado a viejas prácticas de hacer labor política para lucrarse y a la vez agarrar, mediante el oscurantismo, a los cautivos que solo resultan emancipados luego de los procesos electorales. Los motivos que mueven a los políticos de ocasión a accionar en política guardan relación directa con el beneficio que obtienen. El lucro sirve de aliciente a quien va a la política con el único objetivo de que le sea de utilidad.
 
12.- El día llegará, que es de esperar que no esté lejos, cuando mujeres y hombres humildes de aquí procedan a cuestionar a los que han estado haciendo política de engaño; se decidirán por inquirir a los beneficiados de los recursos del Estado; se lanzarán con firmeza a interpelar a todos aquellos que se han burlado de las buenas intenciones de los que han ido a las urnas a ejercer su derecho a elegir condicionados por promesas que nunca han sido cumplidas. De seguro que los sinvergüenzas metidos a políticos no van a tener respuestas a los cuestionamientos que les hagan sus víctimas, que no son otros que los que ingenuamente han confiado en políticos de argumentación sutil y falsa.
 
13.- La política que saben hacer los que hasta ahora la han manchado con su mal comportamiento, no debe seguir siendo la que sirve de base para alcanzar el poder del Estado. Se impone higienizarla para quitarle de encima el lastre que la está haciendo desagradable, y ser vista como algo en lo que solo saben obrar para lastimar y afrentar, no para alegrar. Aquellos que por su escasa formación ética y moral se dedican a la política, porque consideran que para estar en ella basta con servir poco o nada, hay que aislarlos para que no continúen con sus actos haciendo insoportable el ambiente en el cual nos estamos moviendo.
 
II.- La política ejercida por personas íntegras
 
14.- La idea que muchos dominicanos y dominicanas tenemos de la política es que debe ser ejercida por personas sensibles, íntegras y decentes con el fin de tomar el poder y desde las distintas instituciones y órganos del Estado, hacer labores en beneficio del pueblo. El trabajo social ha de expresar o determinar las cualidades distintivas de quien abraza la actividad política pensando en ir al gobierno central o municipal a cumplir una función con sentido cívico y ciudadano. Entregarse por completo a lo que es útil a la comunidad es demostración de estar ejecutando para bien de su país, ser provechoso a sus conciudadanos.
 
15.- La propensión de un ser humano a identificarse con las causas justas, cuadra perfectamente con el proceder de aquellos que históricamente lo han dado todo para ver materializados sus ideales, y solo han buscado como recompensa el deber cumplido. Este es el perfil de los que se mueven en política para que sirva de sana motivación a la presente y futuras generaciones. Engalanan la política quienes la realizan para hacerla bonita e importante; elevándola como todo lo que se hace con el corazón y afianzadas convicciones. El ciudadano ejecutante de labores políticas y sociales destinadas a contribuir con el desarrollo de su país, crea entusiasmo, anima a los demás a hacer trabajo productivo.
 
16.- Lo mejor del pueblo dominicano, que no está contaminado por las taras presentes que nos reducen como país de gente buena y laboriosa, hay que motivarlo y convencerlo de que todavía aquí hay gente con calidad humana y moral para hacer política; que no todo está perdido. La frustración no debe apoderarse de aquellos que han aspirado y aspiran que el accionar político no sea deshonroso, denigrante y oprobioso. El ambiente político nacional hay que rodearlo de aquellos que creen en el trabajo y enaltecen por sus actuaciones dignas de encomio.
 
17.- Ante el medio social mugriento que han creado aquellos que llegaron a la política por oportunismo, hay que procurar asearlo con una incidencia política diferente llevada a cabo por grupos limpios, no dañadas por los vicios sociales que, como la corrupción, han degradado el espacio donde todas y todos estamos llamados a convivir libres de quienes han creado una cultura propia de truhanes. Nuestro pueblo es digno de contar con políticos que se destaquen por su correcto proceder; que prevalezcan por sus actuaciones apegadas a la sinceridad y no al cinismo; a la franqueza y no a la astucia y disimulo acompañados de burla encubierta contra las grandes mayorías nacionales.
 
18.- El político que necesita y merece nuestro país es aquel “que no debe fingir ignorar lo que sabe y fingir que sabe lo que ignora; fingir entender lo que no comprende, no oír lo que escucha, y poder más de lo que está en sus propias fuerzas; mantener como secreto la falta de secretos; parecer profundo cuando no hay otra cosa que vacuidad e inanidad; representar mejor o peor el papel de un personaje; sembrar espías y poner traidores a sueldo; esforzarse en ennoblecer la pobreza de los medios con la importancia de los fines”.
 
19.- Aunque la política es una actividad decente para gente decente, la gran mayoría de nuestro pueblo tiene la creencia de que: “los políticos son gente semifracasada en sus particulares negocios y profesiones, de mentalidad mediocre, dudosa moral y portentosa vulgaridad”.
 
20.- Por muy feo que se presente el accionar político no podemos sentirnos decepcionados. Debemos razonar partiendo de que tenemos que mantenernos ilusionados y no descorazonados; llenos de alegría y confiando que un futuro mejor es necesario y posible. Aunque la politiquería cada vez es más desalentadora, hay que armarse de confianza, creer en la potencialidad de los que son los más. Estar sin ánimo no forma parte del proceder de aquellos que llegaron a la política a batallar sin importar espacio físico ni adversarios.
 

lunes, 3 de septiembre de 2018

Calidad de la atención al cliente en instituciones y empresas
















Por José Jáquez



Los clientes son la razón de ser de las empresas del sector privado y de las instituciones públicas de servicios o de cualquier índole. El usuario es el equivalente al cliente para los casos de las personas que buscan un servicio en instituciones y organizaciones, por los que no es necesario el pago de los mismos.



Los dominicanos se acostumbraron a atenciones de baja calidad de las oficinas públicas, esto por razones politiqueras creadas por los partidos políticos que ejercen el poder en el estado. A contrapelo, estaban las empresas cuyo negocio consiste en vender bienes y servicios, y de cuya actividad depende el éxito.



La fina y agradable atenciones estaban a la orden del día en las empresas como tiendas,  farmacias, supermercados, cafeterías,  restaurantes, bancos y otros tantos. Esas atenciones, cuyo nombre actual es ahora atención al cliente ha sido afectada por un descuido de parte de empleados o dependientes que distraídos o mal orientados dejan insatisfecha la clientela.



Cuántas personas han entrado a un negocio y después de un rato se marchan sin que sus dependientes se molesten en preguntar que desean comprar o adquirir. Ejemplos de desatención sobran en las supertiendas y multicentros. En los cambios de horario de los empleados detienen el servicio en caja olvidando las filas de clientes.  



El caso de los bancos de servicios múltiples más conocidos es penoso porque además de la lentitud de los sistemas computarizados necesarios para sus operaciones , se dan violaciones a los turnos de los clientes. Es fácil de detectar, pues llegan personas que entregan su cédula a un seguridad, este lleva el documento a un cajero y al momento ese cliente es llamado sin hacer fila.



Ante ésta corrupción de algunos bancos, en los que el suscribiente tiene cuentas, la pregunta es ¿La cantidad de dinero involucrado en una operación determina el turno en la fila? ¿El status social y económico del cliente determina el nivel de atención? Se sabe que el banco debe respetar las normas de atención al cliente.



Se sugiere que las empresas y negocios de cualquier índole, naturaleza y tamaño revise su política de atención a sus clientes. Son los clientes los que dan vida a los negocios porque de sus operaciones salen las ganancias. Sin los clientes las empresas se ven obligadas a cerrar. Algunas incluso, han cerrado teniendo clientes suficientes, debido a la torpeza de sus propietarios.



Ante la situación planteada, una medida de la ciudadanía seria cambiar de marca y de tienda, sin embargo, ante la baja calidad de las atenciones, moverse no resolvería el problema. lo correcto es suplicar a los propietarios y supervisores hacer un esfuerzo, aplicar un buen ejercicio de atender, aplicar encuestas de satisfacción, o simplemente conversar con las personas para medir el nivel de satisfacción de los clientes.






La vulgaridad no da liderazgo político








Por: Ramón Antonio Veras. 
I.- La decencia en la política
 
1.- La actividad política llevada con altura y respeto se enriquece y eleva a quienes en ella intervienen con objetivos que persiguen cambios sociales. Discutir criterios ideológicos con elegancia prueba decencia en los contendores, a la vez que contribuye a embellecer la polémica. Demuestra vigor en sus alegatos aquel que no cede ante la diatriba que le lanza el rival que solo sabe impugnar sin razonar. Argumentar sin base es propio de quien está huérfano de alegatos convincentes.
 
2.- La política hay que hacerla con gusto, imprimirle gracia. El que la ejerce debe dar demostración de que está en ella para hacerla atractiva, libre de grosería y rudeza; la desnaturaliza aquel que la utiliza para satisfacer sus deseos de dañar y desquitarse de quien cree que lo ha lesionado. La venganza no debe tener espacio en el corazón de los que tienen como motivo para luchar el bienestar colectivo.
 
3.- Solo aquel que está en política barata recurre a palabras sin esencia, hace exposición vacía y ausente de contenido, diferente al que habla con solidez que con un discurso explicito enseña que se comporta paladinamente probando sin rodeos lo que encierra su proposición. Quien no domina los temas objeto de sus planteamientos está expuesto a hacer el ridículo y la manera de esbozar los asuntos le lleva a ser visto como un extravagante merecedor de escarnio.
 
4.- El que participa en la política y es portador de la verdad, no necesita utilizar la falsedad como refuerzo porque entonces desnaturaliza la fidelidad de sus ideas. La proposición basada en principios se hace admirable por la certeza que le imprime el exponente que saca de la realidad viva la fundamentación que justifica lo que procura probar. Para demostrar lo auténtico no hay que armarse de artificios.
 
5.- El trabajo político debe realizarse lleno de gracia para hacerlo atractivo. La agilidad mental la demuestra el que interviene discutiendo con gallardía, analiza los temas deduciéndolos de hechos concretos y prueba lo que quiere justificar sin tergiversaciones ni expresiones ofensivas.
 
6.- Cualquier labor que se haga con fines nobles, no puede ser hecha recurriendo a la mortificación de los demás. Por muy áspera que se presente la contienda política, al margen de ella hay que mantener las habladurías, porque los díceres solo contribuyen a crear malos entendidos, resentimientos y conflictos personales que en nada enriquecen la controversia sobre la materia que sea. El intercambio de ideas es elegante cuando se da entre individuos con fortaleza ideológica.
 
7.- La persona de buena formación familiar, educativa e ideológica aporta a la disputa política, porque está hecha para cambiar de impresiones e impugnar sin tener que llegar a hastiar a su antagonista. Aquel que escribe o de cualquier forma trata asuntos de controversiales  debe ser lo suficientemente ecuánime para comprender que encontrará litigantes que le van a contestar sus opiniones. La porfía ideológica impone compostura y comedimiento entre los polemistas.
 
II.- Pobreza en el debate político en nuestro país
 
8.- En el medio social dominicano la discusión política  no se ha enriquecido; por el contrario, se ha empobrecido, porque los actores no se han comportado como mandan las circunstancias en el empleo de los métodos que hacen la lucha por la toma del poder un ejercicio propio de calificados contrincantes. El peleador que domina la política decente no hiere a su contrario en lo personal o familiar.
 
9.- No es política sana aquella que se lleva a cabo entre individuos que lo único que saben es causar afrenta. Precisamente, muchos de los que hacen politiquería en nuestro país se han caracterizado por agraviar a los que no se identifican con su proceder. Demuestra estar limitado de cultura política el que se aprovecha de cualquier circunstancia para deshonrar a quien no puede vencer en buena lid.
 
10.- En lugar de confrontar ideas, lo que aquí se hace es lanzar consignas huecas para sembrar confusión. El que no cree en su credo lo fundamenta en pequeñeces para que no prime la discusión doctrinaria y se imponga la chismografía que conduce a la habladuría que no produce otra cosa que disputa entre chinchosos.
 
11.- Lo que hemos visto en el ambiente político nuestro son discusiones fuera de tono, llenas de jocosidades para motivar risas. Las diferencias entre politiqueros no generan análisis porque nada enseñan; solo sirven para romper el aburrimiento tomándolas como ocurrencias propias de los graciosos metidos a políticos.
 
12.- La política que atrae, aquella que descansa en una ideología determinada, está hecha para ser ejercida por personas que creen en determinados principios, aunque los mismos no se ajusten a la realidad. Cualquier persona puede abrazar un conjunto de ideas absurdas y defenderlas con argumentos que le den viso de sensatez porque, a veces, hasta lo opuesto a la razón llega a sostenerse  con inteligencia. Pero entre nosotros, los que hacen de la política un negocio, ante la ausencia de dominio, no tienen capacidad para ser defensores de sus desatinos.
 
13.- En nuestro país, la generalidad del material humano bruto que hace política basada en la conveniencia personal, no tiene las más elementales consideraciones que esa actividad impone. La persona inteligente, aunque no tenga una gran cultura política, demuestra agudeza al razonar y exponer los conceptos con los cuales justifica sus argumentos. El que se está destacando en la política dominicana es el necio insoportable que es incapaz de mantener un diálogo sin ofender a su contrincante.
 
14.- La política no es complicada, sucia ni dañina. Está comprobado que quienes la degradan son aquellos que aquí por sus limitaciones para pensar la ven como algo complejo, y para salir de su laberinto ideológico recurren a cuantos términos ofensivos tienen en su cabeza. Aquel que no sabe de política la hace repugnante ante las personas de bien que quisieran incidir en ella para contribuir aportando desde distintas áreas.
 
15.- Lo que impone la realidad social dominicana es que no se le debe dejar el campo abierto a los que solo están en condiciones de accionar en política con los insultos. Las palabras o acciones que ofenden y humillan hay que eliminarlas de los debates, y para lograr semejante objetivo hay que sacar del quehacer político a los que están armados de un lenguaje de improperios y provocación.
 
III.- Necesidad de enviar mensajes de civilidad
 
16.- Aquel que cree firmemente en sus ideas políticas no necesita aplicar términos urticantes para descalificar a quien busca convencer. No se triunfa en lo ideológico al rivalizar colocando al contrincante en posición defensiva con epítetos que tienen por objetivo eliminarlo anímicamente. El calificativo insultante demuestra en quien lo utiliza ausencia de talento y razón en lo que argumenta.
 
17.- Es propio de quien hace de la acción vil e indigna su comportamiento político, partidista o ideológico recurrir al ataque personal. Es inexcusable cualquier acto contra un contrario político dirigido a dañar a su círculo familiar. Es deleznable la conducta de aquel que solo sabe denostar para escalar en la vida política y social.
 
18.- La hidalguía de quienes se dedican a la política debe ser el resultado de su elegante proceder en la vida pública, y una actitud a destacar ha de ser la trascendencia ganada por defender sus convicciones sin fastidiar a sus adversarios. No hay que herir, denigrar ni sonrojar a quienes se manifiestan opuestos a nuestro ideario para procurar adeptos, granjearse simpatía, crear conciencia cívica y ciudadana y demostrar lo justo del mensaje que enviamos,
 
19.- Aquel ciudadano o ciudadana que decide intervenir en la política de su país debe hacerlo por convicción; tomar parte respetando el pensamiento y las ideas de sus contrarios; mezclarse en los asuntos, pero con criterios ajustados a los temas controvertidos y sin caer nunca en lo personal; interponer alegatos acordes con lo que se está debatiendo, sin ir más allá de lo que es de interés dilucidar. Por muy apasionada que se torne la polémica, siempre hay que conservar la prudencia para no caer en actitudes irracionales.
 
20.- Para que la lucha política resulte provechosa, los que en ella accionan deben tratar cuestiones de trascendencia para el país, porque solo lo que es de importancia enriquece el proceso social y hace posible los cambios requeridos por la sociedad. Carece de sentido ocupar el tiempo abordando cuestiones superficiales que no conducen a nada positivo y casi siempre terminan la conversación en trivialidades.
 
21.- Demuestra poseer formación ideológica aquel que tiene la suficiente capacidad y serenidad para defender su creencia política sin causar malestar a otro. El intolerante y dogmático con facilidad cae en la impaciencia que lo guía por el camino de la obstinación que está a un paso de los insultos que tanto mal producen a la buena imagen de quien está en la brega política.
 
22.- En el trabajo político hay que combinar la destreza con la pulcritud, porque pierde su esencia noble cualquier actividad con sentido social una vez cae en la suciedad, sin importar que sea con el lenguaje soez o con métodos llenos de vileza. Las causas justas no necesitan de mezquindades para ser alcanzadas, porque entonces se desnaturalizan haciéndose impuras. Lo bueno y bonito para el bien del país no lo vamos a obtener combatiendo a los que se oponen a los cambios lanzándoles palabras venenosas, ponzoñosas y dañinas con el único fin de mortificarlos.
 
23.- Sin importar las diferencias ideológicas, la discusión política debe ser llevada con delicadeza, porque la rugosidad no aporta razón. La abruptez la demuestra el polemista débil de argumentos, lo que le motiva a hacer uso de la hosquedad en los debates. Ante el encono que exhibe el político estúpido hay que responderle con dulzura para bajarle el enojo y hacerlo entrar en una posición civilizada.
 
24.- La altanería no debe acompañar a quien decide participar en la contienda política, porque quien se comporta presuntuoso cree que su opinión debe ser aceptada sin contemplación. En el medio dominicano abundan aquellos que accionan en política con posiciones arrogantes, con lo que prueban sus limitaciones para dirimir asuntos que requieren, además de talento, dominio de la política.
 
25.- Sería sumamente positivo para el adecentamiento del debate político en el país que aquellos que inciden ante la opinión pública decidan enviar mensajes de civilidad con el fin  de rodear las polémicas de sociabilidad. El proceder político bueno no se prueba recurriendo a la tosquedad, sembrando cizaña, ni poniendo la zafiedad por encima del respeto que merece todo ser humano sin importar su ideario. La vulgaridad no da liderazgo ni motiva reconocimiento de talento; solo sirve para probar la bajeza de aquel que la utiliza como coraza para cubrir su mediocridad.

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