Este artículo se lo dedico al doctor Roberto Cassá, y en
su persona a todos los que han sido y son funcionarios honestos.
I.-
Tomar con pinzas comentarios afrentosos
1.-
Apreciar la realidad exterior a través de los sentidos nos permite comprobar la
presencia de un fenómeno social y su grado de incidencia, así como descubrir si
el mismo es de tal persistencia que llega a ejercer influencia en la conducta
de la mayoría de los miembros de la sociedad.
2.-
En nuestro país, en los últimos años la expresión usada con más pasión es
corrupción, con la que se busca identificar, por lo regular, al funcionario
público que actúa con deshonestidad. La frase de corrupto es colocada como una
marca dañina.
3.-
En un ambiente como el nuestro, donde cualquier desaprensivo tiene la
posibilidad de hacer uso de un medio de comunicación sin control alguno, no se
debe proceder en forma alocada y tomar como cierta una información servida con
relación a inconductas porque a veces no sabemos si es o no real para causar
afrenta contra aquel a quien se procura ultrajar. La calificación de corrupto
hay que tomarla partiendo de quién la lanza y a quién se busca estigmatizar.
4.-
Porque la perversidad se ha impuesto en el proceder de muchos de los nuestros,
ante un comentario contra alguien calificándolo de corrupto, hay que actuar con
indecisión de ánimo; suponer varias posibilidades hasta saber si lo que ha
llegado a nuestros oídos es la expresión de la verdad. Muchas veces es
preferible dudar que dar como cierta una falsedad, porque “donde faltan las
pruebas irrefragables, la prudencia estriba en dudar; la duda representa la
situación más luminosa del alma, el estado en que de todos lados recibe
diferentes luces, no dejándose deslumbrar por ninguna”.
5.-
El ser humano que no quiere ser cómplice de los difamadores, está en el deber
de no ser muy candoroso porque termina siendo víctima del mentiroso, y mucho
más en un ambiente donde el chisme es, según el profesor Juan Bosch, una
industria. “Todos los que han creído las mentiras de un charlatán se ven
obligados a sostenerlas, para no confesar que han sido imbéciles. Creer una
verdad es un acto natural que nos compromete; creer una mentira es una simpleza
que cuesta trabajo reconocer”.
6.-
Por simples comentarios es difícil ubicar a los que en cualquier actividad se
comportan con decencia. La noticia no confirmada que corre de boca en boca
nunca será la verdad cuando es fruto de una murmuración para dañar la buena
opinión general que se tiene de un individuo.
II.-
La expresión corrupción como arma venenosa
7.-
El concepto corrupción ha llegado a apoderarse de los dominicanos y las
dominicanas a un grado tal que la falta de confianza en la honradez se ve en
cualquier persona, sin importar que sea limpia de conducta. Aquí la sospecha
está predominando sobre la certeza; la indecisión se está imponiendo a la
seguridad cuando se habla de la probidad de uno de nuestros coterráneos. Se le
hace caso hasta lo que diga un malvado de un funcionario que actúa
correctamente. Se ha olvidado que: “La mediocridad pesa siempre rectamente,
pero su balanza es falsa”.
8.-
La percepción que hoy tiene la comunidad dominicana con relación a la corrupción,
es que el país está compuesto por ladrones, y que nadie actúa muy distinto a la
costumbre del robo, olvidando que por muy apegada que esté la deshonestidad en
amplios sectores de la sociedad dominicana, hay muchos de los nuestros que no
están tocados por los vicios que degradan.
9.-
Aunque el ambiente dominicano está sumamente contaminado por diversas lacras
que corroen la decencia de una gran mayoría del pueblo, la fatalidad no se
puede apoderar de nosotros y llevarnos a pensar que la corrupción ha llegado a
un grado tal que no hay posibilidad de señalar a persona alguna que se comporte
con honradez. Razonar en semejante forma nos lleva a la falsa creencia de que
el país es, algo así, como un lugar de mala reputación.
10.-
A pesar de que no resulta fácil ubicar a mujeres y hombres calificados por su
moderación en la conducta moral y social, en la administración pública, que es
el lugar donde con más énfasis se hace del ladronismo, hay funcionarios que por
sus actuaciones pueden ser señalados como probos. “Herir con un mismo golpe al
inocente y al culpable, obra es de la demencia o la barbarie”. Aunque en
nuestro entorno no son muchos, dentro de la ladronera aparecen algunos
honorables.
11.-
Si no a los jóvenes y a los adultos, por lo menos a los niños dominicanos hay
que decirles que se están moviendo en un fangal social, pero que todavía hay
ciudadanos y ciudadanas ejemplos de dignidad y decoro a los cuales hay que
imitar; que las actuaciones de ellos deben servirles para saber cómo obrar. A
la niñez hay que decirle que los señalados como honrados deben ser los
imitables.
12.-
En las diferentes etapas de crisis ética y moral que ha sufrido nuestro país,
han estado presentes aquellos que han marcado la diferencia por sus actuaciones
apegadas a la decencia, lo que prueba que la podredumbre que daña a un cuerpo
social no se extiende a la comunidad entera, porque siempre están al margen de
la purulencia los que se conservan puros.
13.-
En el curso de los diferentes gobiernos que ha padecido nuestro país, contra el
servicio judicial se han lanzado las críticas más despiadadas, siempre cargadas
de los calificativos más acentuados de que es un órgano vendible, altamente
sobornable y plagado de corruptos en todos los departamentos judiciales. Sin
embargo, siempre se hacen las excepciones mencionando magistrados que
simbolizan la justicia íntegra e incorruptible. Hoy como ayer se hace la
salvedad de que en el desorden de corruptos están los que sirven de contención
a las censuras.
14.-
No tiene nada de justo creer que por el hecho de la sociedad dominicana estar
enferma desde el punto de vista ético y moral, en su seno no hay personas que
ajustan sus actos al proceder correcto. Por ahí andan miles de munícipes que en
su oportunidad desempeñaron la función de juez o fiscal y a nadie le ha pasado
por la cabeza señalarlos como corruptos. Ellos viven dentro de muchas
limitaciones económicas, pero con el respeto de sus conciudadanos.
15.-
Por muy contaminada que esté la sociedad dominicana por los aficionados a
chismear, aquellos que ajustan sus actuaciones al honesto proceder siempre
serán reconocidos por su excelsitud, porque han demostrado su notabilidad, no
obstante estarse moviendo en un ambiente propicio para todo aquel que quiera corromperse
con la mercancía dinero. Sin importar lo que digan, el honrado será siempre
honrado, mientras que el ladrón tiene que simularlo.
III.-
Precisiones finales
16.-
Los países llegan a estar organizados bajo sistemas sociales que generan
modelos económicos en los cuales se desarrollan vicios que degradan el
comportamiento de la mayoría de los integrantes de la sociedad, llegando su
afianzamiento a un grado tal que se convierten en el proceder de la mayoría de
los individuos. Pero hay que hacer la salvedad de que en un mismo círculo
social abundan los sanos y los podridos.
17.-
La corrupción como fenómeno social vigente en el país, permite pluralizar con
respecto a los que en el sector público y privado hacen de la deshonestidad una
habitualidad, pero también es posible especificar a quienes se manejan con
pulcritud. Nadie puede adjudicarse la calidad de árbitro de la moralidad, para
separar a los que actúan bien de los que proceden mal.
18.-
Es algo engorroso juzgar la honestidad en un medio donde predomina la falta de
decencia, el delincuente sobresale como ciudadano y la mujer o el hombre
honrado es considerado escaso de virtudes. Allí donde son normales las
actuaciones censurables, comportarse con limpieza se ve como insólito.
19.-
Accionar aquí de conformidad con los principios de moralidad que rigen una
sociedad basada en el trabajo honrado, así como exaltar la honestidad, choca
con la imperante amoralidad, y con todo aquello que guarda relación con la
cualidad de vendible o sobornable.
20.-
En nuestro país, porque el robo ha dejado de ser un insulto, se acepta como
natural que un ciudadano o una ciudadana se haga de un fuerte patrimonio
económico sin que lo pueda justificar, por lo que se ha llegado hasta el punto
de que el ladrón en lugar de sentirse abochornado, se cree afortunado porque
sustraer lo ajeno no es objeto de sanción.
21.-
Es una falsedad decir que son corruptos todos los funcionarios que han tenido
los gobiernos en los últimos años, pero no se le falta a la verdad si se afirma
que son muy pocos los que han exhibido un proceder honesto, y lo poco común nos
dice que escasean los honrados.
22.-
En este ambiente donde nos ha correspondido vivir, abundan los sicarios
morales, por lo que hay que respirar detenidamente y pensar profundo para no dar
cabida a quienes tratan de tomar como caja de resonancia a personas con
credibilidad para que difundan díceres venenosos. Las opiniones de los
chismosos no debemos aceptarlas y difundirlas como verídicas; hay que saber
manejar los criterios de los demás porque “es inútil combatir las opiniones
ajenas; a veces se llega a vencer en una discusión a otros, pero a
convencerlos, jamás. Las opiniones son como los clavos: cuanto más se las
golpea, más profundamente penetran”.
23.-
Con todo pesar hay que reconocer que el escenario donde vivimos es el adecuado
para el dañino que permanece preñado de odio, rencor, rabia y animadversión, lo
que lo lleva a despotricar gratuitamente; poner de vuelta y media al más
honorable, y despacharse a gusto señalando como corruptos, agusanados,
pervertidos, viciados y depravados a los seres humanos acrisolados,
incontaminados y de vida impecable. Ante los deslenguados que utilizan el
sambenito para demoler honras, hay que comportarse metido para adentro, algo
reconcentrado.
24.-
Por suerte nuestro pueblo es muy inteligente y sabe distinguir dos o más cosas
como diferentes y con su sano discernimiento ha aprendido a ver las
interioridades de los fenómenos; por muy tufoso que quiera presentarse aquel
que hizo fortuna con los dineros del erario, su arrogancia no le dará méritos
para gozar del apoyo de lo mejor de la sociedad.
25.-
Antes de darle crédito a la calificación afrentosa contra alguien debemos
proceder con sensatez y hacer nuestra la idea de: “¡Cuántas cosas que ayer las
teníamos por artículos de fe, hoy no son más que fábulas!”.
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