Por:
Ramón Antonio Veras.
1.- Todo ser humano que vive en sociedad está expuesto a
asimilar los vicios que en ella se generan, sin importar el lugar que ocupe en
la clasificación de las clases sociales. La condición social no impide que el
individuo sea tocado por fenómenos positivos o negativos siempre presentes,
porque nadie puede decidir permanecer relegado por más insociable que sea. La
colectividad cuenta, eso sí, con unos integrantes que se dejan dominar más que
otros por las taras sociales. Aquel que está viciado es una crápula víctima de
las fallas del ordenamiento bajo el cual está viviendo.
2.- Históricamente, por toda una serie de diferentes
factores, los habitantes de la ciudad de Santiago de los Caballeros, han
exhibido una conducta distinta a los residentes en otras regiones y pueblos de
la República Dominicana. Pero ocurre que, en los últimos años, los moradores de
Santiago han cambiado su forma de comportarse y han asimilado modos de vida que
los separan muy poco, o en nada, del proceder de los pobladores de otras urbes
del territorio nacional.
3.- Las santiagueras y los
santiagueros de ayer observaban escrupulosamente las reglas, y mantenían
posiciones sumamente formalistas; se movían en forma ordenada respondiendo así
a tradiciones ceremoniosas. Con su accionar habitual demostraban espontaneísmo
protocolario. Pero hoy ya todo ha cambiado en el código del actuar el hombre y
la mujer de Santiago. La informalidad, la ligereza, el descuido, la
inconsistencia y la puerilidad han desplazado de la mente del santiaguero todo
lo que significa responsabilidad y cumplimiento de las normas que caracterizan
el comportamiento de un buen ciudadano.
4.- Sin mucho esfuerzo comprobamos que la ciudad de
Santiago de los Caballeros ha cambiado no solo en su composición clasista, sino
también en su actitud. Lo normal es ver a santiagueros y santiagueras
comportarse con patanería, ordinariez y zafiedad. La educación exquisita de mis
coterráneos del pasado ha desaparecido. Están sobresaliendo las actuaciones
groseras; dominando la ignorancia y la ridiculez; la tosquedad y la nadería; el
palurdo y el ordinario.
5.- Parece ser que el nuevo habitante de Santiago de los
Caballeros, no adquirió, en su formación hogareña y escolar, ninguna buena
costumbre, y si la aprendió, ya la olvidó, y se ha desacostumbrado al decente
vivir. Muchos de mis coterráneos prueban con sus actos que ya no se
familiarizan a convivir en los marcos del correcto proceder, y si adquirieron normas
de buen actuar, ya la han olvidado. Comportarse en forma contraria a lo que
mandan las buenas costumbres, es demostración de que lo que era bueno ya es
extraño, anómalo, se dañó por el tiempo o por el mal uso por parte del ente
social.
6.- Cada habitante de la hidalga ciudad de Santiago de
los Caballeros, era un modelo de urbanidad que expresaba en sus actuaciones lo
que es el comunitario que actúa dominado por un espíritu de cortesía, finura y
buenos modales. La manera fina como se comportaban los inquilinos de Santiago revelaba
sus modos elegantes de compartir. La tosquedad, la aspereza le era extraña al
santiaguero, porque allí donde dice presente la exquisitez se espanta la
chapucería.
7.- Aunque la ciudad de Santiago de los Caballeros,
estaba rodeada de pequeñas aldeas y sus habitantes tenían aspecto de
pueblerinos, su porte era de personas dotadas de gracia, buen gusto y
sencillez; eran de buen desenvolvimiento; enseñaban gallardía y proceder
selecto. La población del Santiago pasado se podía considerar como elegida para
servir de modelo de lo que debe ser el munícipe de una época caracterizada por
la persona sociable y bien pulida en la decencia.
8.- Aquel que habitualmente había vivido en Santiago se
destacaba por cualidades que servían para diferenciarlo de los que habían
nacido y desarrollado en otras villas. Las condiciones que sobresalían no eran
solo de civilización, sino también en el trato caballeroso; la gentileza
mostrada; el sentido de la generosidad; el manifiesto altruismo y liberalismo
en lo político. En el santiaguero no se destacaba egoísmo, grosería ni
vulgaridad.
9.- En sentido general, dentro de sus posibilidades, las mujeres
y los hombres de Santiago se cubrían con ropa adecuada a la ocasión.
Dependiendo de la ubicación social, cada quien trataba de adornarse con el
traje que estaba a su alcance económico. Siempre aseado, zapatos bien lustrados;
la cabeza cubierta con un sombrero, su pelo bien recortado. En realidad, con
ropa costosa o barata el santiaguero se preocupaba por estar bien ataviado. Por
lo menos, nunca descuidado. La higiene personal demostraba que aquel individuo,
aun en momentos de muchas limitaciones económicas, se interesaba por
conservarse diáfano, y nunca zarrapastroso.
10.- Anteriormente, expresarse diciendo ciudad de
Santiago, significaba lo mismo que decir Yaque o Águilas Cibaeñas; comunidad de
ciudadanos de pensamiento desarrollista; decentes y disciplinados, pero ahora
significa descomponer, desestructurar, anarquizar y alborotar; vivir sin orden
ni concierto; manga por hombro; volver patas arriba; moverse como a cada quien
le da la real gana y como le venga en gana.
11.- Si ayer el santiaguero se identificaba como el
munícipe bien educado, el de ahora puede ser ubicado, en su generalidad, como
mal educado, grosero, malacostumbrado, insolente, irrespetuoso, descarado y
desaprensivo. Andar por una calle cualquiera de Santiago, es exponerse a que un
disparatado, irracional y sin conciencia alguna, le tire encima un vehículo,
aunque usted camine normalmente por la calzada. Precisamente, para que se
compruebe el desbarajuste en Santiago, me permito ubicar algunas fotos en las
cuales se ve cómo desordenados mentales dan riendas sueltas a su falta de
civismo.
12.- Foto No. 1. Una señora, de unos cuarenta años de
edad, mientras transitaba en una hermosa yipeta, de sur a norte por la calle Mella de la
ciudad de Santiago de los Caballeros, interesada en ver de cerca la exhibición
de unos lentes colocados en la vitrina de una óptica, detiene su vehículo sobre
la calzada, y sin bajarse del mismo se dispone por 15 minutos a ver las gafas que están en un escaparate.
13.- Foto No. 2. El conductor de un vehículo de carga,
interesado en depositar unas mercancías en un almacén ubicado en la calle Mella
casi esquina Independencia, en Santiago, sube el camión sobre la calzada para
estar más cerca del lugar donde ha de depositar los bultos.
14.- Foto No. 3. El propietario de la yipeta de color
rojo, para tomarse una cerveza en un restaurante, en Santiago, y estar cerca de
su vehículo, procedió a colocarlo sobre la calzada.
15.- Foto No. 4. En la Avenida Benito Juárez, de la
urbanización Villa Olga, en Santiago, un grupo de amigos acordó entrar a una
tienda, y para tener sus vehículos al alcance de su vista decidieron colocarlos
sobre la calzada.
16.- Foto No. 5. En esta imagen, un joven que se movía de
norte a sur por la calle Genaro Pérez, en
Santiago, queda colocado entre los vehículos bien estacionados y uno que ocupó
la calzada.
17.- Foto No. 6. Un señor, de unos 60 años de edad, al
momento de entrar a una farmacia ubicada en la avenida Benito Juárez, con el
fin de adquirir unos medicamentos, y para tener bien cerca su yipeta, la
estaciona sobre la calzada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su comentario, tu opinion es importante