Por:
Ramón Antonio Veras.
Introducción
En un trabajo anterior, con el título: “Acostumbrarnos a respetar las formas”, escribí
lo siguiente: Formar a ciudadanas y ciudadanos para
que en el futuro actúen apegados a principios y normas, de correcto comportamiento,
es moldearlos a los fines de que ejecuten sus actos en base a como han sido
configuradas para el buen actuar. Darle forma al cerebro del ser humano
partiendo de la instrucción, es prepararlo para que materialice luego lo
aprendido durante el aprendizaje. Todos aquellos que nos formamos conforme la
instrucción escolar de la década del treinta, cuarenta, cincuenta o sesenta del
siglo pasado, somos testigos de los métodos utilizados por nuestros maestros y
maestras para que, con ejemplos prácticos, sacados de la cotidianidad, nos
formáramos la idea de cómo actuar; la forma de conducirnos en cualquier
actividad. Ellos nos aconsejaban, señalaban un modelo y la forma de manejarnos.
Ahora, en el presente escrito, me voy a referir a aquellos que en la
ciudad de Santiago de los Caballeros, formaron ciudadanas y ciudadanos de
ejemplar comportamiento.
I.- Formadores de la juventud del Santiago de ayer
1.- La especie humana, la más
alta expresión del desarrollo de los animales en la tierra, manifiesta el
avance de su pensamiento no por lo que produce, sino por la forma como lo
produce. Cada época de la humanidad representa un avance en la producción de
los instrumentos utilizados por el ser humano para adaptar la naturaleza a su
conveniencia, dependiendo de las necesidades que van surgiendo conforme el
nivel de civilización. Mientras el animal se adapta al medio, el hombre y la
mujer luchan para que se acoja a la vida social.
2.- Por el solo hecho del
nacimiento del niño o de la niña no se perfeccionan sus sentimientos, la
voluntad ni la conducta. Se requiere la intervención de un conductor; un guía
que aconseje, dirija y oriente; que sepa señalar como conducirse en el medio
social. No basta tener el don, la actitud para hacer algo; las habilidades hay
que educarlas, pulirlas y formarlas.
3.- No es al azar, por
casualidad, por cuestiones del destino ni por fortuna que una determinada generación
de mujeres y hombres tienen un comportamiento correcto o incorrecto. Para el
individuo demostrar estar bien disciplinado, necesariamente debe de haber
contado con formadores que se ocuparon de prepararlo; organizarle su
inteligencia, tutelarla de tal forma que pruebe haber sido debidamente
instruido. No basta estar dotado de talento si no está de por medio quien lo
sepa educar.
4.- La juventud de tiempos
pasados que estudió en la ciudad de Santiago de los Caballeros, en los grados sexto, séptimo y octavo, así como en el bachillerato,
si era inteligente se graduó bien formada porque tenía como instructores a
maestros que fueron una especie de tallistas, porque hacían obra de arte
partiendo de la excelente actitud de muchos de sus alumnos. El trabajo que
ejecutaban en Santiago los educadores de antaño, lo hacían utilizando
diferentes formas ordenadas y sistemáticas, para darle elegante preparación al
material humano que se afanaban por tallar con elegancia.
5.- Santiago de los Caballeros, contó con maestros y maestras que se preocupaban
para que sus discípulos salieran de las aulas con una formación integral
exquisita; se comportara en el futuro como un ente social depurado, con las condiciones
necesarias para ser una ciudadana o un
ciudadano excelente, para que en
el mañana no fuera un vulgar, grosero, alguien de poca monta.
6.- Aquel que ayer recibió
enseñanza en colegios privados o escuelas públicas de Santiago de los
Caballeros, el día que abandonó las aulas siguió siendo un ser humano hecho
para que en el curso de su existencia sirviera de modelo en su vida pública y
privada, porque había sido orientado para que continuara actuando bien, no solo
como un futuro profesional, sino también ser ejemplo de gran hijo, modelo de
padre y, en sentido general, una persona que podía servir de viva estampa de
todo aquello a que se dedicara.
7.- Sin lugar a dudas, fue un
privilegio para la juventud de Santiago de los Caballeros, en su momento tener
como maestros y maestras a Ana Pepín, Fela Santaella, Ana Gómez de Lora, Blanca
Mascaro, Rosalina Tolentino, Ana Josefa Jiménez, Teolinda Páez; Melania
Guareño, Zunilda Méndez, María Matilde Jiménez, Bernarda Padilla Jiménez, Dilia
y Elsa Tolentino; Luis Tejada, Luz de Tejada, Francisco Pepín, Felipe Joaquín
Santiago, Onésimo Jiménez, A. Smith, Héctor José Medrano, Hilan Morillo,
Altagracia Silverio, Melania de Brea, Clara Díaz de Peralta, Francisco Abinader,
Justo Manuel Román, Juan José Estévez, Eugenio de Jesús Marcano F., José Rivero
Orellana, Teresa Rojas de Cantisano, Estela Estrella, Hilda de Ordex, Lilin Perello,
Lily Lubrano, Ana Feliciano, Rafael Estévez Cabrera, M. Brito Mata, Altagracia-Tatá- Franco, Milagros y
Julia Hernández, Rosa del Castillo, Rafael Álvarez, Eunisis Soriano, Federico
Izquierdo, Altagracia Iglesias; a Juanito Rojas, Elsa Brito, Altagracia y
Chamela Vincen, Rosario y Minerva Germosén, Jully Estrella, Pedro Jaime Tineo
Tejada, Juan Bautista Rojas, Pedro Rojas, Francisco Tavarez, Minerva Fermín, Mirta
Román, Mariana y Carmen Pichardo, Rafael Ramos, Anacaona Almonte, Julio Cesar
Curiel, Mercedes Carmen Rojas, Juan Eligio Rodríguez, Jorgito Webber, y otros
que sirvieron como símbolo a nivel de la educación intermedia y secundaria en
Santiago. Ellos personifican, representan una época de oro del magisterio
nacional.
8.- La obra de las profesoras
y los profesores antes señalados quedó expresada en jovencitas y jovencitos
talentosos, poseedores de inteligencia fuera de serie, verdaderos cerebros.
Hechura de esos maestros son los brillantes ingenieros Eulogio Santaella U., Nelson
Luna H. y José Ramón Bonilla A.; los médicos Eduardo Segura A., Pedro Luis
Veras, Lowell Whipple Llenas, Joaquín Álvarez y Santos Telésforo Gómez V.; y
abogados de la talla de Salvador Jorge Blanco, Luis Bircann R., Rafael R.
Martínez, Luisa Jorge García, José
Augusto Vega Imbert, así como otros profesionales destacados; educados,
preparados y adiestrados bajo la dirección de pedagogos que en un espacio de
tiempo supieron engrandecer a sus brillantes alumnos.
9.- La sociedad dominicana ha
contado y todavía cuenta con muchos de los destacados profesionales ya citados,
porque ellos, además de ser sumamente talentosos, tuvieron como maestros que
mencionarlos trae a la memoria tiempos en los cuales el magisterio nacional se
encargó de darle forma, fraguar a grupos de formidables bachilleres que todavía
hoy sirven de ejemplo por su excepcional preparación.
10.- No toda persona reúne las
condiciones para bien enseñar porque se requiere tener el don de preparar,
dirigir y civilizar, algo de lo que solo son poseedores aquellos que llegan a
ser pedagogos por vocación; los que demuestran inclinación para enseñar con el
esmero que impone quitarle la tosquedad hasta el más rudo puliéndolo. Para
refinar mediante la instrucción hay que tener gusto, disposición, mantenerse
propenso para desbastar con estilo.
11.- Los maestros y las
maestras del Santiago anterior, estaban llenos de humanismo, formados para
educar a jóvenes a los fines de que se levantaran llenos de bondad,
generosidad, compasión y demás virtudes que adornan al hombre o mujer sensible.
Aquellos que se integraron al magisterio por gusto, por las aptitudes que
tenían para educar, sabían hacer ciudadanos y ciudadanas humanizándolos con
dulzura y ternura.
12.- Aquellos que recibieron
la enseñanza en los centros escolares bajo la dirección de los preceptores de
Santiago a los cuales me he referido, y otros que ahora escapan a mi memoria,
además de aprender los principios generales de las materias indicadas en los
programas, fueron adiestrados para comportarse correctamente; ser atentos y
exhibir fina cortesía. El país tiene todavía hoy mujeres y hombres bien
enseñados, por aquellos que hicieron de sus discípulos personas civilizadas, de
comportamiento delicado.
13.- Todavía andan por ahí
santiagueros y santiagueras que se formaron en tiempos pasados, exhibiendo la
conducta, los conocimientos y modales aprendidos por la enseñanza que
recibieron de aquellos maestros que glorifican, honran el magisterio nacional
de toda una época educando en el Liceo Ulises Francisco Espaillat; en las
escuelas México, Peña y Reynoso, Cuba, Colombia, Paraguay, Generalísimo y Venezuela;
y en los colegios Nuestra Señora del
Carmen, Ercilia Pepín, Neysa, La Salle, Sagrado Corazón de Jesús, Instituto
Iberia, Evangélico, Santa Ana, San José y Cibao, o en la Academia Santiago.
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