Por: Ramón Antonio Veras.
I.- El envidioso daña
1.- Genera satisfacción hacer efectivo un proyecto, materializar una
idea. La conclusión de una obra que había sido concebida produce alegría, crea
un sentimiento que llena de júbilo,
pleno regocijo. Prosperar motiva agrado en toda persona; el éxito impulsa a la delectación, conduce a sentirnos agraciados, llenos de
ánimo para continuar viviendo, porque el gozo alegra la vida.
2.- Conviene mantener el estado de ánimo con energía, combinando bríos y esfuerzos para alejar cualquier desanimo; la
pusilanimidad es eliminada con la valentía, el arrojo y la firme gallardía.
3.- El desarrollo de nuestra potencialidad, el empuje, la plena resolución de mantener el ánimo divertido, a veces
resulta estropeado, no obstante la valentía y resistencia que podamos desplegar para mantenernos
animados y no nos toque el aburrimiento, el enfado y el fastidio para
enojarnos.
4.- Es
legítima la aspiración de los seres humanos a vivir en un ambiente en el
cual predomine la armonía, la comprensión y la conciliación por encima de la
desavenencia. La compenetración hace llevadera la vida, pero el hecho de vivir
en sociedad nos impone, por más liberados que
podamos estar, un modo de pensar condicionado por el ambiente donde
habitamos.
5.- No
podemos desconocer que en nuestro medio hay un sujeto que marchita hasta la
alegría: el envidioso. Es un
resentido en toda la extensión de la palabra;
siempre está enfadado, nada le
alegra el alma; es un inconforme patológico; genera y motiva amargura e
insatisfacción; practica el odio con
disimulo, y se siente bien haciendo gestos que producen desavenencia.
II.- Algunas actitudes del envidioso
6.- Cada quien debe tener una idea clara de
lo que es un envidioso, porque sólo
así puede preparar la autodefensa que debe desarrollar para cuidarse de sus
acciones venenosas, a las cuales está expuesta toda persona de buen proceder.
7.- Resulta sumamente difícil leer al envidioso, porque es un individuo que
no deja observar con claridad su forma de actuar; la misma pose que toma para
halagar, la utiliza para, con
sinuosidad, despreciar. La naturalidad
nunca lo acompaña.
8.- La fisonomía del envidioso no sirve para identificarlo, aunque su semblante permite
a veces, en parte, conocerlo. El timbre de su voz es cambiante;
calcula las palabras que ha de expresar, no las desperdicia; es preciso en el
uso de términos.
9.- La personalidad del envidioso es tan enigmática que aunque se molesta con los
triunfos de los demás, se mantiene
interesado en conocerlos; es inexplicable su proceder, pero esa línea de
conducta introvertida lo caracteriza. De ahí que hay que ser muy avistado para
descubrir el cambio del envidioso de
cínico a cortés.
10.- El
envidioso no ejecuta su sentir accediendo directamente a su víctima;
primero hace una labor de ensayo mental para no crear duda de su desazón por el triunfo ajeno; una
vez hace su experimento, suelta su aparente agrado que es como una especie de vómito para no
callar su amargura.
11.- El
envidioso no saca las espuelas de inmediato; por su habilidad dañina se
mueve pausadamente; no actúa a lo loco, en cada ocasión se mueve con
certeza, sabe lo que quiere hacer;
dependiendo de su interés se muestra frio, cálido o apático; sereno o inquieto,
cariñoso o rudo, accesible o intratable.
12.- Para tener conocimiento de la vida de
aquel a quien envidia, el envidioso
indaga las actividades que realiza y si son o no exitosas; hace sondeos para
saber como difamarlo; es un fino escudriñador y pendenciero perverso.
13.- En caso de que el envidioso no forme parte
del círculo de amigas o amigos de quien busca detractar, hace labor de relambido con
el fin de ganarse la confianza como
querendón, y aunque sus palabras son recibidas como de un relajón, el daño
queda.
14.- A los fines de conocer la situación real
de la persona a envidiar, el envidioso
se presenta ante ella lo más atento, altamente complaciente; no muestra nada de
grosería ni de desprecio; demuestra
zalamería y adulación empalagosa hasta estar debidamente informado para luego iniciar su campaña infamante.
15.- Por su propia formación, el envidioso vive con los oídos tumbados
para una vez escuchar las palabras exitoso, progreso, triunfador, próspero y
abrirse paso, averiguar el nombre de la persona a la cual se le atribuyen para
iniciar su labor destructora.
16.- El
envidioso tiene reservado un lenguaje punzante para aquel que tiene cualidades
bien valoradas en el medio donde vive. Con
términos lacerantes, el que envidia trata de golpear al virtuoso; es mordaz
cada expresión de quien envidia al referirse al que con virulencia lastima.
17.- En su desenfreno por tener
lo que tiene otro, el envidioso
adopta posiciones diferentes en su
proceder; se presenta contemplativo, como también muy místico; con facilidad cambia de religioso a
impío, de expresivo a hermético, de
sociable a huraño, y de agradable a horripilante.
18.- El
envidioso es un individuo sumamente cambiante; es común verlo con actitudes
uniformes, homogéneas, y de un momento a otro se convierte en un ser de proceder
variado, una mezcla de uniformidad
y complejidad, hasta parecer un hibrido
de puro e impuro.
19.- El envidioso
motiva preocupación porque saca de sus cabales al más inteligente; si no se
adivina con rapidez su falsa actuación, con facilidad hace llorar de tristeza a
quien está disfrutando un triunfo lleno de alegría; tiene el material
suficiente para cumplir la función de encanto y rechazo.
20.- Aunque parezca un contrasentido, el que
envidia a otro le olfatea su vida; le da seguimiento, a los fines de husmear
hasta lo más mínimo lo que hace o deja
de hacer, porque sólo así puede estar debidamente alimentado para envidiar.
21.- El
envidioso es un ser humano que crea
inquietud porque es un peligro social;
en apariencia vive en completa
paz con él y el prójimo, pero su
interior es una hoguera impulsada por un tizón
de cuaba con gasolina como
combustión.
22.- Por permanecer ahíto de odio, el envidioso lo suelta poco a poco. Para
mortificar con más saña a su víctima, gradualmente va desarrollando su inquina
hasta que impone por completo su tirria.
23.- El
envidioso, con el fin de no servirle a nadie, siempre se muestra resbaloso;
se caracteriza por no ser solidario, es huérfano de sensibilidad; abraza el
individualismo y para llevarle la contraria a los demás se identifica como
rosca izquierda. Es un antichévere consumado.
24.- La buena noticia que le transmite el
amigo por un logro suyo, el envidioso no la celebra, a lo sumo tímidamente sonríe; no expresa risa
por el triunfo ajeno. La carcajada es
extraña a la celebración en la persona que envidia, solamente la saca para
celebrar la derrota de otro.
25.- Como ponzoñoso al fin, el envidioso no distingue entre conocidos
y desconocidos; envidia por igual al amigo que al enemigo, aguijonea a todo aquel a quien envidia por
su talento, progreso o consideración en el medio social donde vive; siempre
está listo para lanzarle dardos, puyas a quien envidia. El veneno que guarda el que se enfada por los triunfos de los demás está listo para ser lanzado contra todo aquel
que por su progreso molesta al envidioso.
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