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martes, 29 de septiembre de 2015

La envidia se desarrolla en sociedades enfermas












Por: Ramón Antonio Veras.


I.- El envidioso daña

1.- Genera satisfacción  hacer efectivo un proyecto, materializar una idea. La conclusión de una obra que había sido concebida produce alegría, crea un sentimiento que  llena de júbilo, pleno regocijo. Prosperar motiva agrado en toda persona;  el éxito impulsa a la delectación,  conduce a sentirnos agraciados, llenos de ánimo para continuar viviendo, porque el gozo alegra la vida.

2.- Conviene  mantener el estado de ánimo  con energía,  combinando bríos y esfuerzos  para alejar cualquier desanimo; la pusilanimidad es eliminada con la valentía, el arrojo y la firme gallardía.

3.- El desarrollo de nuestra  potencialidad, el empuje,  la plena resolución  de mantener el ánimo divertido, a veces resulta estropeado, no obstante la valentía y resistencia   que podamos desplegar para mantenernos animados y no nos toque el aburrimiento, el enfado y el fastidio para enojarnos.

4.- Es  legítima la aspiración de los seres humanos a vivir en un ambiente en el cual predomine la armonía, la comprensión y la conciliación por encima de la desavenencia. La compenetración hace llevadera la vida, pero el hecho de vivir en sociedad nos impone,  por más  liberados que  podamos estar, un modo de pensar   condicionado por el ambiente  donde  habitamos.

5.-  No podemos desconocer que en nuestro medio hay un sujeto que marchita hasta la alegría: el envidioso. Es un resentido en toda la extensión de la palabra;  siempre está enfadado, nada le  alegra el alma; es un inconforme patológico; genera y motiva amargura e insatisfacción; practica el odio   con disimulo, y se siente bien haciendo gestos que producen desavenencia.


II.- Algunas actitudes del envidioso

6.- Cada quien debe tener una idea clara de lo que es un envidioso, porque sólo así puede preparar la autodefensa que debe desarrollar para cuidarse de sus acciones venenosas, a las cuales está expuesta toda persona de buen proceder.

7.- Resulta sumamente difícil leer al envidioso, porque es un individuo que no deja observar con claridad su forma de actuar; la misma pose que toma para halagar,  la utiliza para, con sinuosidad, despreciar.  La naturalidad nunca lo acompaña.

8.- La fisonomía del envidioso no sirve para identificarlo, aunque su semblante permite a veces,   en parte,  conocerlo. El timbre de su voz es cambiante; calcula las palabras que ha de expresar, no las desperdicia; es preciso en el uso de términos.

9.- La personalidad del envidioso es tan enigmática que aunque se molesta con los triunfos  de los demás, se mantiene interesado en conocerlos; es inexplicable su proceder, pero esa línea de conducta introvertida lo caracteriza. De ahí que hay que ser muy avistado para descubrir el cambio del envidioso de cínico a cortés.

10.- El envidioso no ejecuta su sentir accediendo directamente a su víctima; primero hace una labor de ensayo mental para no crear  duda de su desazón por el triunfo ajeno; una vez hace su experimento, suelta su aparente agrado  que es como una especie de vómito para no callar su  amargura.

11.- El envidioso no saca las espuelas de inmediato; por su habilidad dañina se mueve pausadamente; no actúa a lo loco, en cada ocasión se mueve con certeza,  sabe lo que quiere hacer; dependiendo de su interés se muestra frio, cálido o apático; sereno o inquieto, cariñoso o rudo,  accesible o intratable.

12.- Para tener conocimiento de la vida de aquel a quien envidia, el envidioso indaga las actividades que realiza y si son o no exitosas; hace sondeos para saber como difamarlo; es un fino escudriñador y pendenciero perverso.

13.- En caso de que el envidioso no forme  parte del círculo  de amigas o amigos  de quien busca  detractar, hace labor de relambido con el  fin de ganarse la confianza como querendón, y aunque sus palabras son recibidas como de un relajón, el daño queda.

14.- A los fines de conocer la situación real de la persona a envidiar, el envidioso se presenta ante ella lo más atento, altamente complaciente; no muestra nada de grosería  ni de desprecio; demuestra zalamería y adulación empalagosa hasta estar debidamente informado  para luego iniciar  su campaña infamante.

15.- Por su propia formación, el envidioso vive con los oídos tumbados para una vez escuchar las palabras exitoso, progreso, triunfador, próspero y abrirse paso, averiguar el nombre de la persona a la cual se le atribuyen para iniciar su labor destructora.

16.- El envidioso tiene reservado un lenguaje punzante para aquel que tiene cualidades   bien valoradas en el medio donde vive. Con términos lacerantes, el que envidia trata de golpear al virtuoso; es mordaz cada expresión  de quien envidia  al referirse al que con virulencia  lastima.

17.- En su desenfreno por tener lo que tiene otro, el envidioso adopta posiciones diferentes  en su proceder; se presenta contemplativo, como también muy místico;  con facilidad cambia de religioso a impío,  de expresivo a hermético, de sociable a huraño,  y de agradable   a horripilante.

18.- El envidioso es un individuo sumamente cambiante; es común verlo con actitudes uniformes, homogéneas, y de un momento a otro se convierte en un ser  de proceder  variado, una mezcla de uniformidad  y complejidad, hasta parecer un hibrido  de puro  e impuro.

19.- El envidioso motiva preocupación porque saca de sus cabales al más inteligente; si no se adivina con rapidez su falsa actuación, con facilidad hace llorar de tristeza a quien está disfrutando un triunfo lleno de alegría; tiene el material suficiente para cumplir la función de encanto y rechazo.

20.- Aunque parezca un contrasentido, el que envidia a otro le olfatea su vida; le da seguimiento, a los fines de husmear hasta lo más mínimo  lo que hace o deja de hacer, porque sólo así puede estar debidamente alimentado para envidiar.

21.- El envidioso es un ser humano  que   crea  inquietud porque es un peligro social;    en apariencia  vive en completa paz con él y el prójimo, pero  su interior es una hoguera impulsada por un tizón de cuaba  con gasolina como combustión.

22.- Por permanecer ahíto de odio, el envidioso lo suelta poco a poco. Para mortificar con más saña a su víctima, gradualmente va desarrollando su inquina hasta que impone  por completo su tirria.

23.- El envidioso, con el fin de no servirle a nadie, siempre se muestra resbaloso; se caracteriza por no ser solidario, es huérfano de sensibilidad; abraza el individualismo y para llevarle la contraria a los demás se identifica como rosca izquierda. Es un antichévere consumado.

24.- La buena noticia que le transmite el amigo por un logro suyo,  el envidioso no  la celebra,  a lo sumo tímidamente sonríe; no expresa risa por el triunfo ajeno.  La carcajada es extraña a la celebración en la persona que envidia, solamente la saca para celebrar la derrota de otro.


25.- Como ponzoñoso al fin, el envidioso no distingue entre conocidos y desconocidos; envidia por igual al amigo que al enemigo,   aguijonea a todo aquel a quien envidia por su talento, progreso o consideración en el medio social donde vive; siempre está listo para lanzarle dardos, puyas a quien envidia. El veneno  que guarda el que   se enfada por los triunfos  de los demás está  listo para ser lanzado contra todo aquel que  por  su progreso molesta al envidioso.

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