Por: Ramón Antonio Veras
I.-INTRODUCCIÓN
1. La igualdad por la que debemos luchar
es aquella que hace posible la creación de las premisas materiales
indispensables para la estructuración de un sistema social en el cual los
hombres y las mujeres gocen de los mismos derechos y estén obligados a cumplir iguales deberes.
2. Aquel que aspira a que en la
sociedad impere la justicia; que cada persona tenga la posibilidad de
satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, es un ser humano que se
interesa para que prevalezca la igualdad
con contenido social.
3. En cualquier lugar del planeta
tierra donde habitan seres humanos nos encontramos con personas sanas, buenas e
integras que se preocupan por el bien de los demás, y sus principios están
dirigidos a alcanzar la igualdad de
posibilidades para los miembros de la comunidad.
II.- EN BUSCA DE IGUALDAD EN LA DIFERENCIA.
4. Allí donde están presentes los
benévolos y virtuosos, también abundan los intolerantes, malvados y nocivos, que
orientan su accionar a buscar la igualdad
en la perversidad, no la igualdad
con sentido de equidad.
5. Aquel que ha ligado su vida a la
indecencia, la inmoralidad y la corrupción, convirtiéndose en una persona
repugnante, procura igualarse con el
limpio, decente, honesto y de recto proceder.
6. Para el pervertido sembrar la idea
de que todos somos de igual conducta, comienza por justificar su propia forma
de actuar, vende la idea de que da lo mismo ser sucio que pulcro; deshonesto,
corrupto y prostituido, que honesto, recto y honrado.
7. En la medida que la persona que no
sirve logra equiparar a buenos y malos, compara con igual argumento al honrado
con el ladrón, coteja al sucio con el limpio, y siembra la confusión haciendo imposible establecer la
diferencia entre sus inconductas y el recto proceder de los demás.
8. La indignación que generan las
acciones ofensivas del sinvergüenza, éste trata de calmarla recurriendo a la
justificación de que no ha hecho lo indebido; que su proceder es igual al de la generalidad,
justificando así su actuación vergonzosa, afrentosa y oprobiosa.
9. El ignominioso y abyecto en su
afán por compararse con el meritorio, hace
uso de su verborrea para endosar su vileza y perversidad a quienes
han llevado una vida digna; utiliza las expresiones de igualdad para denigrar, vilipendiar y deshonrar.
10. Cuantas veces el descalificado moralmente habla de que
no hay que hacer distinción de conductas, que todos somos iguales, lo que
persigue es sembrar la idea de la igualdad
de los que sirven con los que no sirven, tratando de que sean vistos como iguales
los honrados y los ladrones, el digno y el que practica la ruindad.
11. Mientras los hombres y mujeres de
vida ejemplar se preocupan por rechazar las inconductas, el vagabundo se
mantiene indiferente a todo, nada le preocupa; vive la vida a su manera, sin
importarle el qué dirán, y siempre se presenta diciendo que “no hay que preocuparse por nada, vivimos en
un medio donde no hay diversidad de comportamientos, aquí todos coincidimos en
las vagabunderías y el tigueraje”.
12. Una sociedad en la que abundan
los truhanes, los descalificados desde el punto de vista moral quieren igualarse con las personas de bien; buscan
sentirse próximos a los de valía que se distinguen por su accionar decente.
13. Aquellos que encarnan la
degeneración social se sienten bien cuando mediante subterfugios logran una apariencia afín con figuras de la sociedad símbolos de dignidad y aprecio
por sus dotes de verticalidad cívica y apego a
las reglas del buen vivir. Pero
no debemos olvidar que el granuja nunca llega a ser pudoroso por más posiciones que asuma para ser parecido a quien
imita.
14. El sujeto que por su mal proceder
no cultiva consideración, se afana por vender una imagen igual a la de la mujer o del
hombre ejemplo de respeto ganado por honrado, rescatado a toda prueba.
El bribón nunca llega a ser semejante al
decente; no puede haber comparación entre el descarado y el apreciado.
15. La unanimidad en la valoración positiva
de las personas es el resultado de sus actuaciones en el medio donde viven, y
aquel que quiere ser igualmente considerado como preciado ha de proceder en igual sentido. Nunca llega a estar en el
mismo plano el que sirve y el insignificante, el excelente y el inútil y vano.
16. En las sociedades agrietadas, dominadas
por vicios sociales, aquellos que sólo se preocupan por hacer dinero por la vía
fácil, hacen alarde de su influencia social comparándose, vanagloriándose de
ser igual a los que sobresalen por
su laboriosidad y honradez.
III.- REFLEXIONES FINALES.
17. La tesis de los iguales diferentes ha prosperado en el medio social dominicano porque la
cobardía de los honrados y decentes ha hecho alianza impúdica con la osadía, el
atrevimiento y la desfachatez de los
ladrones, sinvergüenzas, corruptos y facinerosos.
18. La idea de los iguales diferentes ha calado en la conciencia de muchos
dominicanos y dominicanas, porque se ha permitido que el obsceno, repugnante y
perjudicial logre equipararse con el grato y la eminencia; el mentiroso y
farsante, con el sincero y veraz.
19. Aquel que con sus inconductas
prostituye la sociedad, no puede ser santificado por los que han llevado una
vida digna; lo que sirve y lo nocivo no pueden
ser conexos; no pueden estar ligados los que contaminan el medio y los
que procuran higienizarlo; la vinculación de mansos y cimarrones conduce a lo
inexplicable e inconcebible.
20. Desde el momento que en el medio
social dominicano se aceptó que robar al
erario es signo de destreza, comenzó a tolerarse la ilicitud y verla como algo
normal; que era posible aceptar al contrabandista y al que pagó los impuestos,
al correcto y al desconsiderado, al que cree en lo debido y el que practica lo
indebido.
21. Una vez que una persona
reconocida como seria contemporiza, acepta compartir de igual a igual con el
indecente, le está abriendo espacio a la confusión de semejanza entre iguales y diferentes. La pusilanimidad no puede
enterrar el arrojo; la valentía tiene que primar sobre el temor y el susto.
22. Aquí, en nuestro país, los podridos, vagabundos y rastreros quieren
ver igualdad de honra donde solo hay
diferencia de conducta; uniformidad de honradez, donde solo hay disparidad de
honorabilidad; y coincidencia de
buen proceder donde solo hay discrepancia en el correcto accionar público.
23. Cada día es más y más notoria la
inversión de valores en la sociedad dominicana, porque lo inconcebible se
presenta como real; lo absurdo como algo común; lo invertido como derecho, lo
trastornado se ve como ordenado y, finalmente, las personas de conductas
ejemplares terminan aceptando ser imperfectas por la aceptación de la tesis de diferentes iguales.
24. Se ha
perdido el sentido de valorar a las personas por su actitud ante la vida, por
el correcto proceder; ha desaparecido la desemejanza en el apreciar;
diferenciar para distinguir ya está en desuso; con suma facilidad se acepta la
semejanza entre el honrado y el ladrón; la lejanía entre dos conductas se
presenta cercana para terminar en el orden de igualdad.
25. En el ambiente social dominicano
se retuerce el historial de vidas ejemplares y dignas, con el fin de igualarlas a las de indecentes, logrando
así la semejanza mediante falsedad. Con la dislocación se llega a la confusión hasta
concluir con la igualdad en la diferencia
o, por lo menos, la aproximación a la equivalencia.
26. En la actualidad, aquí, en vista de que nadie es sancionado moralmente,
aquellos que hacen del dinero la razón
de vivir, aunque lo adquirieran en forma ilícita, no pierden la oportunidad
para que se acepte como norma el respeto que ha de merecer la persona de bien
obrar, y a la que hace del robo un
hábito.
27. En un medio social de iguales no
hay forma de establecer diferencia; de ahí que el depravado se considera
merecedor de la misma consideración que el probo; la crápula y el virtuoso, el
vicioso y el moral, en fin, en la medida que la podredumbre social se mantiene
sin sanción, la degeneración permanece como si nada.
28. La variedad de actuaciones de los
integrantes de la sociedad dominicana no se distinguen unas de las otras porque
la decadencia en el buen actuar llega a hacer imperceptible el proceder, de lo
que se aprovecha el degenerado para justificarse como degenerado y obsceno, a
la vez que quiere compararse con el
rescatado.
29. La frialdad, la sinuosidad como
actúan los sinvergüenzas en interés de
hacer creer que todos los miembros de la sociedad somos iguales en conducta, impone que sus opiniones sean tomadas con toda
reserva por provenir de alguien que no sirve y persigue similitud donde solo puede haber diferencia.
30. Ante la abundancia de
sinvergüenzas en nuestro medio y la influencia que ejercen, no tienen que hacer
mucho esfuerzo para hacer que prime la idea de que no hay paralelo alguno entre
hacer dinero por medio del trabajo que lograrlo por el robo; que el tiempo hace
posible la semejanza; que la desigualdad en el origen de fortunas se borra y
luego llega la equivalencia.
31. La higienización que precisa la
sociedad dominicana en el orden ético y moral impone una labor de purificación para
hacer desaparecer ideas y conceptos que contribuyen a confundir al pueblo y acepte
que no hay diferencia, sino igualdad
entre el munícipe indiferente a los problemas de su comunidad y el que lucha
para que se resuelvan.
32. Hay que hacerle comprender al
pueblo dominicano que aquí no todos
somos iguales en conducta, que aunque los saqueadores del patrimonio público
quieren hacer creer que todos somos culpables de la tragedia nacional que nos
hunde en la podredumbre social, eso no es cierto.
33. No hay semejanza entre quien ha robado al erario, y el pueblo que es la víctima;
no hay igualdad entre el corrupto y
aquel que lo denuncia y enfrenta; hay diferencia
entre el que apoya la corrupción y el que la combate, en fin, hay oposición entre quien quiere ver iguales donde solo hay disconformidad, homogeneidad donde hay divergencia.
34. Algunas personas no se dan cuenta
lo que encierra el hecho de aceptar la teoría de los diferentes iguales, la cual conduce a impulsar la falsa creencia de
que en el pantano social dominicano que estamos viviendo, todos somos iguales,
corresponsables de que la especulación se convierta en realidad con solo
desvirtuar, adulterar la verdad, para
que se sobreponga el embrollo, la desfiguración, y el enredo.
35. La sociedad dominicana de hoy
avergüenza, es un bochorno que sonroja; aquel que tiene cuentas pendientes con
el pueblo ha encontrado un medio de defensa equiparándose moralmente con el
diáfano, con el que ha actuado en forma transparente y cristalina, no en la
opacidad, en forma turbia y con dobleces.
36. En la medida
que se acepte la conjetura entre los iguales
diferentes, más se acerca el ideario
de aproximación al decente con el vagabundo, al laborioso con el vago, al
honrado con el ladrón; adosar al “tigre” con el desclasado social, juntar al
malhechor con el sano y sociable.
37. La sociedad
dominicana está siendo orientada para que acepte que aquí no ha pasado nada;
que somos iguales en comportamientos;
que todo no es más que cháchara de civiles, palabreo de necios izquierdistas
trasnochados y hojarasca de pobres ideólogos derrotados;
que debemos estar unidos las lacras sociales y los virtuosos.
38. La confusión
imperante en el ambiente dominicano ha facilitado que la conducta ejemplar del
ciudadano de bien se asimile a la del sinvergüenza; que el politiquero corrupto
sea aceptado como calcado del
limpio; que el vagabundo sea considerado como copiado del virtuoso; que no hay desigualdad entre aquel que se
dedica a la política por convicción ideológica en procura de liberar el país, y
el negociante politiquero.
39. Lo ideal
sería que lo mejor del pueblo dominicano comprenda que no
es nada sano para el país que se siga aceptando como buena y valida la tesis de
los iguales diferentes, porque la
misma conduce a que no haya distinción; que se minimicen las inconductas; y que
la niñez se desarrolle con la errada percepción de que da lo mismo ser decente
que indecente, honrado que ladrón, leal que traidor, y falso que sincero.
40. Finalmente, a mis nietos y nietas les digo que no presten atención, que ignoren
por completo los mensajes que provienen de aquellos que por ser
insignificantes, y haber trascendido solo por poseer dinero fruto de
operaciones ilícitas, buscan ser importantes presentándose como semejantes,
idénticos a quienes la sociedad reconoce y valora con gran estima por su
correcto proceder, por sus comportamientos ajustados a la honestidad y a la
vida pública diáfana.
Santiago
de los Caballeros,
14 de julio de 2015.
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