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lunes, 16 de febrero de 2015

Solamente he vivido de la abogacía









Por: Ramón Antonio Veras.

1.- Recientemente, con motivo de un escrito que elaboré, con el título: “Mis escritos y el dinero”, en el cual expliqué cuál ha sido el destino de los recursos económicos fruto de la venta de mis libros, concluí diciendo, “En la vida, en ningún tiempo, jamás, he percibido un centavo por concepto de la venta de mis libros. En todo el curso de mi existencia adulta sólo he recibido dinero por mi profesión de abogado”.
2.-  La razón por la cual  especifiqué que  sólo  he recibido dinero  por mi profesión  de abogado, es porque tengo la creencia que todo aquel  que,   en una u otra forma, incide en la vida pública de su país está en el deber  de explicar   el comportamiento, proceder  y desenvolvimiento en su vida privada, profesional, laboral o pública.
3.- Particularmente yo, quiero que el día que desaparezca del mundo de los vivos, mis nietas y nietos puedan dar respuesta convincente y ajustada a la verdad de lo que ha sido mi forma de obrar en las distintas actividades en las cuales he intervenido.
4.- Puede ser que mis descendientes no sepan el esfuerzo que significó para mi levantarlos, satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, partiendo de que nunca he recibido dinero por herencia, donación o sueldo como empleado o funcionario público.
5.- El dinero que he recibido por concepto de mis servicios profesionales lo puedo justificar hasta el más mínimo centavo. No tengo habilidad para los negocios; no he incursionado en ellos porque para intercambiar, o de cualquier forma para mercar hay que reunir condiciones que no poseo.
6.- En mi actividad profesional he actuado con limitaciones, fruto de mi formación familiar e ideológica; porque una actuación profesional que no tiene nada de pecaminosa para otro abogado o abogada, en mi resultaría un contrasentido, una incoherencia, un absurdo por mi forma de pensar.
7.—Desde que comencé  a ejercer mi profesión,  he sido  selectivo; elijo los asuntos para no tener conflictos de conciencia;   no actúo así por petulancia, presumido, soberbia ni altanería; tengo  en mi cabeza una especie    de código el cual contiene una estructura, una configuración que me dice qué  hacer o no hacer.
8.-  En el ejercicio de la profesión  de abogado,  como en todas las actividades de mi  vida, he vivido guiado por lo  que aprendí en mi hogar y la ideología que he abrazado;  siempre procedo con la creencia de que  dentro  de mi hay dos cosas que me  sirven de acompañantes:  mi  madre como mentora, y la concepción política como conductora.
9.- Todas aquellas personas que bien me conocen saben que he tenido un ejercicio profesional intenso; no he tenido días libres cuando de ocuparme de un caso se trata, y en semejante forma me he comportado cuando trabajo por paga o en forma gratuita.   
10.- Con el ejercicio de la profesión de abogado no he procurado hacerme rico, sino vivir en unión familiar en condiciones económicas materiales y espirituales decentes; he preferido tener una existencia digna, a una opulencia en deshonor.
11.-  No me quejo del  tiempo y forma que  he vivido; la vida me ha dado más  de lo que le he pedido;  ella conmigo ha sido espléndida, algo más que generosa.
12.- La forma de ejercer la carrera de abogado podía haberla ligado a otra actividad lucrativa, pero no lo he hecho porque   no tengo habilidad para diferente ocupación.  Esto lo saben hasta los escudriñadores que viven hurgando hasta en los patrimonios más escuálidos y transparentes.
13.- De lo que ha sido mi desempeño, exclusivamente como habitual profesional del derecho,   pueden dar testimonio aquellos que compartieron mi ejercicio en forma permanente dentro del bufete, muchos de los cuales estuvieron a mi lado, en conjunto, por más de treinta y cinco (35) años.
14.- Aunque provenga del fango de la sociedad, una persona si tiene una formación familiar correcta, y es leal a sus convicciones, puede vivir de la abogacía con hidalguía, sin necesidad hacer otras operaciones contrarias a su fe, a su credo ideológico.
15.- Por muy podrida que esté una sociedad cualquiera, en ella siempre existen personas que no están contaminadas, sin importar la actividad a que se dediquen en su campo laboral o profesión habitual; y traduciendo esto a la realidad dominicana de hoy, podemos decir que en este país no todo está perdido, no todos estamos dispuestos a renegar de lo que ha sido nuestra práctica y prédica a cambio de la mercancía dinero.
16.- A mis setenta y seis (76) años de edad, y cuarenta y ocho (48) en el ejercicio de la abogacía, a todo pulmón puedo gritar: soy un hombre feliz porque he vivido en completa paz con mí obrar y conciencia. Y solamente he vivido de la abogacía.

Santiago de los Caballeros,

14 de febrero de 2015.

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