Por: Ramón Antonio Veras.
1.- Recientemente,
con motivo de un escrito que elaboré, con el título: “Mis escritos y el dinero”, en el cual expliqué cuál ha sido el
destino de los recursos económicos fruto de la venta de mis libros, concluí
diciendo, “En
la vida, en ningún tiempo, jamás, he percibido un centavo por concepto de la
venta de mis libros. En todo el curso de
mi existencia adulta sólo he recibido dinero por mi profesión de abogado”.
2.- La razón por la cual especifiqué que “sólo he recibido
dinero por mi profesión de abogado”, es porque tengo la
creencia que todo aquel que, en una u otra forma, incide en la vida
pública de su país está en el deber de
explicar el comportamiento, proceder y desenvolvimiento en su vida privada,
profesional, laboral o pública.
3.- Particularmente
yo, quiero que el día que desaparezca del mundo de los vivos, mis nietas y
nietos puedan dar respuesta convincente y ajustada a la verdad de lo que ha
sido mi forma de obrar en las distintas actividades en las cuales he
intervenido.
4.- Puede ser que
mis descendientes no sepan el esfuerzo que significó para mi levantarlos,
satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, partiendo de que nunca he
recibido dinero por herencia, donación o sueldo como empleado o funcionario
público.
5.- El dinero que
he recibido por concepto de mis servicios profesionales lo puedo justificar
hasta el más mínimo centavo. No tengo habilidad para los negocios; no he incursionado
en ellos porque para intercambiar, o de cualquier forma para mercar hay que
reunir condiciones que no poseo.
6.- En mi actividad
profesional he actuado con limitaciones, fruto de mi formación familiar e
ideológica; porque una actuación profesional que no tiene nada de pecaminosa
para otro abogado o abogada, en mi resultaría un contrasentido, una
incoherencia, un absurdo por mi forma de pensar.
7.—Desde que
comencé a ejercer mi profesión, he sido
selectivo; elijo los asuntos para no tener conflictos de
conciencia; no actúo así por
petulancia, presumido, soberbia ni altanería; tengo en mi cabeza una especie de código el cual contiene una estructura,
una configuración que me dice qué hacer
o no hacer.
8.- En el ejercicio de la profesión de abogado,
como en todas las actividades de mi
vida, he vivido guiado por lo que
aprendí en mi hogar y la ideología que he abrazado; siempre procedo con la creencia de que dentro
de mi hay dos cosas que me sirven
de acompañantes: mi madre como mentora, y la concepción política
como conductora.
9.- Todas aquellas
personas que bien me conocen saben que he tenido un ejercicio profesional
intenso; no he tenido días libres cuando de ocuparme de un caso se trata, y en
semejante forma me he comportado cuando trabajo por paga o en forma
gratuita.
10.- Con el
ejercicio de la profesión de abogado no he procurado hacerme rico, sino vivir
en unión familiar en condiciones económicas materiales y espirituales decentes;
he preferido tener una existencia digna, a una opulencia en deshonor.
11.- No me quejo del tiempo y forma que he vivido; la vida me ha dado más de lo que le he pedido; ella conmigo ha sido espléndida, algo más que
generosa.
12.- La forma de
ejercer la carrera de abogado podía haberla ligado a otra actividad lucrativa,
pero no lo he hecho porque no tengo
habilidad para diferente ocupación. Esto
lo saben hasta los escudriñadores que viven hurgando hasta en los patrimonios
más escuálidos y transparentes.
13.- De lo que ha
sido mi desempeño, exclusivamente como habitual profesional del derecho, pueden dar testimonio aquellos que
compartieron mi ejercicio en forma permanente dentro del bufete, muchos de los
cuales estuvieron a mi lado, en conjunto, por más de treinta y cinco (35) años.
14.- Aunque
provenga del fango de la sociedad, una persona si tiene una formación familiar
correcta, y es leal a sus convicciones, puede vivir de la abogacía con
hidalguía, sin necesidad hacer otras operaciones contrarias a su fe, a su credo
ideológico.
15.- Por muy
podrida que esté una sociedad cualquiera, en ella siempre existen personas que
no están contaminadas, sin importar la actividad a que se dediquen en su campo
laboral o profesión habitual; y traduciendo esto a la realidad dominicana de
hoy, podemos decir que en este país no todo está perdido, no todos estamos
dispuestos a renegar de lo que ha sido nuestra práctica y prédica a cambio de
la mercancía dinero.
16.- A mis setenta
y seis (76) años de edad, y cuarenta y ocho (48) en el ejercicio de la abogacía,
a todo pulmón puedo gritar: soy un
hombre feliz porque he vivido en completa paz con mí obrar y conciencia. Y
solamente he vivido de la abogacía.
Santiago
de los Caballeros,
14
de febrero de 2015.
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