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martes, 16 de septiembre de 2014

Algunas de mis vivencias estudiantiles y profesionales


 







Sugerencia

Sugiero que todo aquel que decida leer los capítulos que integran este texto, en aquellos
hechos en los cuales figura el autor, haga abstracción de su persona y retenga solamente los hechos en sí mismos.

Los criterios personales que emito no necesariamente responden a la verdad absoluta; los mismos no necesariamente tienen que ser aceptados. Los sucesos narrados pueden ser comprobados en la  fuente de citas, las cuales figuran al final de este escrito y sirvieron de base al  exponente.

Introducción

En las sociedades humanas, los actos que ejecutan sus miembros siempre tienen su explicación; la especie humana mueve sus sentimientos por  motivaciones de índole material o espiritual. Los hombres y las mujeres dirigen sus acciones tomando en cuenta algo que les motoriza e impulsa a proceder en uno u otro sentido.

En cualquier país, sin importar la coyuntura o sistema social y político que impere, aquel que incide en los procesos sociales debe estar consciente de que está expuesto a un riesgo, y el peligro es mucho mayor en la medida en que el régimen de turno que se combate se comporta insensible ante los derechos humanos y las libertades públicas. Es bien sabido que las aventuras, las contingencias, aunque se ven como fruto de factores accidentales, de casualidades que escapan a la voluntad de sus actores, en el fondo tienen sus explicaciones resultantes de la realidad viva de la sociedad.

He expuesto todo lo anterior para explicar que desde muy temprana edad he participado en la vida política de mi país como militante de un partido o como simple ciudadano sin vinculación partidaria; también he actuado ligando mi concepción ideológica con mi forma de ejercer el oficio de abogado.

Si en mi vida me hubiera limitado a ser un ciudadano que ejerce su derecho al voto en los procesos electorales para elegir al presidente, a los alcaldes, regidores, senadores y diputados, a ocuparme de mi profesión de abogado y a criar y educar a mis hijos, de seguro que hubiera tenido una vida normal, tranquila, sin dificultades y también hubiera estado en buenas con todo el mundo. De comportarme en semejante forma mi persona se hubiera podido comparar con una monedita de oro. Pero no.

Debo confesar que no he sido el ciudadano que todo ordenamiento social injusto desea tener. He incidido en la vida pública como ciudadano normal y como profesional del derecho, criticando, censurando e impugnando el sistema social vigente y oponiéndome a los gobiernos odiosos, despóticos e intolerantes que ha tenido el país. Como es natural, mis adversarios no me han respondido lanzándome rosas, ni yo las esperaba. Por tanto, cuantas veces he estado en prisión, he sido investigado o golpeado física y moralmente ha sido porque aquellos a quienes les he sido adverso han utilizado en mi contra el método considerado por ellos más adecuado para eliminarme o neutralizarme.

Muchos hemos sido testigos, sin proponérnoslo, de hechos ocurridos en nuestro país y que no son debidamente conocidos por la mayoría de dominicanas y dominicanos que, de buena fe, quieren conocer las interioridades y las causas generadoras de los mismos. Los historiadores cumplen su función como investigadores serios y objetivos cuando tienen a su alcance y disposición las fuentes que les sirven para analizar un acontecimiento de naturaleza política o social. En los artículos que me propongo desarrollar no quiero actuar como historiador porque no lo soy, sino dar a conocer a la opinión pública nacional acciones en las cuales he participado directamente o he sido testigo por vinculación política o como profesional del derecho.

A mis adversarios políticos e ideológicos, a los prejuiciados, nunca los voy a convencer de que lo que creo es mi verdad; a mis amigos no tengo que explicarles nada porque me conocen. Pero mis nietos y mis nietas no saben por qué su abuelo ha ido varias veces a la cárcel, por qué decidió defender ante los tribunales a una determinada  persona acusada de un hecho infamante, como tampoco lo saben los jóvenes que hoy tienen quince, veinte, veinticinco o cuarenta años de edad. Para ellos y ellas, y para los que de buena fe están interesados en conocer hechos ocurridos en un pasado reciente, escribo este relato.

Capítulo No. 0

Fisonomía del régimen de Trujillo y sus perversidades. Algunos rasgos de comportamiento ante el régimen despiadado de Trujillo. Cuatro puntos como ejemplo a destacar: a.- La  libertad de expresión ubicada en la prensa; b.-  El caso de  Minerva  Mirabal; c.- El hostigamiento a Minerva se extendió hasta Manolo y,  d.- Una experiencia  personal. 

I.- Fisonomía del régimen de Trujillo y sus perversidades.

1.- Resulta fácil tomar papel y lápiz y, como forma de gimnasia intelectual, sentarse a reseñar episodios novelados; describir lo vivido por otros es pura operación de resumen.  A la sociedad humana se le hace un aporte honesto y responsable cuando se le dice en forma exacta lo que ha ocurrido y la coyuntura en la cual se produjo el hecho narrado. La veracidad no puede ser salpicada con insinuaciones dudosas, solapadas y discutibles.

2.- Puede opinar con calidad y autoridad en torno a una realidad quien la ha vivido y de sus interioridades saca vivencias; expone con certeza aquel que puede describir expresiones de autenticidad. La certidumbre ha de estar libre de toda irrealidad, porque  de lo contrario es posible caer en narrar fantasías, ficciones que solamente contribuyen a construir falsedades fruto de la imaginación.

3.- Los antecedentes descritos con apego a la verdad histórica sirven como referencia edificante para quienes se preocupan por conocer realidades, no habladurías, chismes,  ni simples datos cargados de rumores y maliciosas murmuraciones. 

4.- Pueden narrar lo ocurrido,  sin mucho esfuerzo,  aquellos que, por una u otra  razón, tuvieron la posibilidad de conocer en forma directa los hechos que constituyen la historia real de determinados acontecimientos de la vida política y social de un país. 

5.- Para proceder a la comparación de una cosa con otra, hay que tener algo como punto de referencia; sólo así podemos establecer, entre ellas, semejanzas, diferencias o adecuada correlación.

6.- Cuantas veces se aborda el tema de los gobernantes que en el curso de la historia han dirigido en forma odiosa, despótica y execrable a sus respectivos países en  América Latina y el Caribe,  necesariamente debemos referirnos en forma especial a  Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien gobernó por más de 30 años a la República Dominicana, aplicando métodos de barbarie nunca antes vistos. Los medios que Trujillo utilizó contra sus adversarios escapan a cualquier comparación. En cada acción despiadada, bestial e inhumana de su régimen  estaba impregnado el sello  distintivo de su  carácter, su mentalidad diabólica y depravada.

7.- Las reglas para vivir en el territorio nacional  dominicano, durante el tiempo que Trujillo gobernó,  las  ponía él, y quien no las aceptaba estaba condenado  junto a su familia al silencio, a la cárcel, al destierro o a la muerte. Trujillo decidía lo que cada habitante del país podía o no hacer;   cualquier persona que  residía en el país, mentalmente debía aceptar, obedecer los  lineamientos trazados por Trujillo. No había opción de acatar o desobedecer; pura  y simplemente  cumplir  con los dictados  del régimen  y quien infligiera los designios del tirano pagaba con su vida, y la de los suyos, las consecuencias.

8.- En todo el curso de la Era de Trujillo, desde el momento de su nacimiento cada dominicano o dominicana, debía  de formarse la idea de que había  llegado al mundo en un espacio del globo terráqueo en el cual la forma de actuar ya estaba predeterminada: aceptar, sin discutir ni rechazar nada; aprobar, sin derecho a rehusar; tolerar,  sin posibilidad a protestar, apoyar, sin debatir,  la desavenencia debía de ser santiguada con la concordia.

9.- La personalidad de Trujillo,  su carácter, la expresión de su régimen; el estilo de su política fue su sello distintivo fundamentado en lo perverso y malévolo.

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