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domingo, 21 de septiembre de 2014

Algunas de mis vivencias estudiantiles y profesionales




 

Algunos rasgos de comportamiento ante el régimen despiadado de Trujillo. 

Los opositores al régimen de Trujillo, debían de actuar con mucha inteligencia, sagacidad y prudencia; proceder con disimulo, extrema cautela y absoluta discreción.

11.- Bajo el régimen trujillista, para expresarse había que tomar en consideración el escenario, el medio y ante cuál persona o grupo lo hacía, porque el más mínimo desliz podía significar la muerte.

12.- El vocablo utilizado en una conversación debía de ser debidamente calculado, porque cualquier palabra o expresión con sentido doble podía ser interpretado con un término de desprecio al régimen.

13.- En todo el curso del gobierno de Trujillo, hasta el modo de una persona mirar podía significar una ofensa a la situación política; contemplar algo con sentido de asombro entrañaba una acción que lesionaba la política de Trujillo.

14.- Había que comportarse en todo momento con astucia; la sagacidad no se podía perder; asumir una actitud de ingenuidad, y hasta de candidez, resultaba conveniente para despistar a los soplones; aparentar ser un distraído político fue, en algún momento, una forma de combatir el régimen ceñudo de Trujillo.

15.- Aquel que decidía oponerse a Trujillo y conservar su vida, no podía cometer el más mínimo error; una pifia significaba la muerte, un desliz entrañaba la pérdida de la libertad condicionada de como se vivía. Equivocarse no estaba en las actuaciones de los contrarios a Trujillo.

16.- Al escribirle una carta a un familiar, amiga o enamorada, había que hacer un buen cálculo. La redacción no debía de permitir ninguna duda; la misma tenía que ser minuciosa y exacta. Un manuscrito no podía contener una palabra que, al ser abierto por aquellos que leían la correspondencia sospechosa en las oficinas de correos del país, podían considerar el texto con mensajes ofensivos o, supuestamente, lesivos a la persona o política de Trujillo.

17.- El régimen disponía de un material humano especial formado para ser receloso, no confiaba en nadie. El delator indagaba la vida de todo aquel que suponía contrario al trujillismo; su misión era averiguar, examinar minuciosamente; el soplón era una figura muy valiosa para la tiranía; el chivato, el acusón tenía como misión descubrir lo que hacía o no hacia un desafecto del trujillismo. 

18.- Los dominicanos y las dominicanas de la época de Trujillo, debían de ser fervientes defensores y apasionados del trujillismo, o demostrar apatía hacia la política, aunque a veces la indiferencia, el desdén, se interpretaba como signo de rechazo al gobierno y, en ocasiones, en verdad lo era.

19.- Un gesto, un ademán cualquiera, dependiendo del momento y lugar, daba pie para que los organismos de seguridad del trujillismo abrieran una investigación, la cual podía concluir con un expediente infamante, la cárcel y hostigamiento futuro permanente. Hasta para hacer una mueca, gruño, había que saber dónde se hacía y con qué motivo.

20.- Trujillo, por ser hechura de los interventores norteamericanos al país en 1916, se ocupó de sembrar la desconfianza entre los habitantes del territorio nacional. El recelo, la suspicacia, fue una de las formas de actuación ideada por el régimen lo que contribuyó a borrar la fe entre las personas, haciendo de la delación un componente de la actitud de algunos dominicanos.

21.- El método por excelencia para Trujillo imponerse como tirano, fue la aplicación del terror, con el fin de crear pánico en el seno del pueblo; en un ambiente de espanto, a Trujillo le fue posible sentar las bases de su política terrorífica que inició con La 42, y concluyó con el Servicio de Inteligencia Militar-SIM-, convertido éste en un organismo horroroso, una maquinaria integrada por personas que con su sola presencia identificaban todo el tinglado terrífico trujillista.

22.- Trujillo ubicó un agente motivador de pavor en cada espacio del territorio nacional; en el más apartado rincón del país, en la más limitada circunscripción estaba presente un agente del miedo, sin importar que fuera o no una jurisdicción amplia o limitada de terreno o población. Donde no imponía el miedo el alcalde, lo hacia el policía, el militar o el chivato de poca monta.

III.- Cuatro puntos como ejemplo a destacar.

En los marcos de este capítulo, y en referencia a la tiranía de Trujillo, voy a destacar cuatro puntos:

a.- La libertad de expresión ubicada en la prensa;
b.- El caso de Minerva Mirabal;
c.- El hostigamiento a Minerva se extendió hasta Manolo.
d.- Una experiencia personal. 
a.- La libertad de expresión y la prensa.

En todo el curso del régimen de Trujillo, la libertad estaba condicionada; y la de expresión no era una excepción; ella estaba restringida, circunscripta a la que decidiera el gobierno. Ningún dominicano o dominicana estaba dispensado para, sin sujeción, exponer sus ideas.

Los dos periódicos que durante más tiempo circularon en todo el curso de la tiranía de Trujillo, fueron La Nación y El Caribe; y en las páginas de los mismos existía una especie de código para referirse a Trujillo y a su familia. 

Hoy, cuando nuestro país, si no es el mejor, por lo menos es uno de los más informados del mundo, en ese sentido se puede valorar el espacio que hemos ganado a nivel de libertad de expresión, y en particular, a nivel de la prensa en sentido general. 

Para hacer un parangón entre la forma como se nulificaba la palabra escrita en la época de la tiranía, y la soltura como se maneja ahora, nadie más que un periodista de larga data como el doctor Rafael Molina Morillo, para establecer el cotejo entre la libertad de escribir hoy, y el impedimento absoluto de ayer. 

En el periódico El Día, de fecha 19 de agosto 2014, en su columna Mis Buenos Días, el doctor Molina Morillo, escribió: 

“ Como quien no quiere la cosa, hace ya más de cincuenta años que mataron a Trujillo. Poco a poco van cayendo en el olvido los pequeños detalles que caracterizaron aquella “era” de terror y de ridiculeces, y los más jóvenes nos escuchan incrédulos a nosotros los más viejos cuando les contamos en qué forma se vivía en aquel entonces.

Aparte de que se vivía con miedo a los espías o “calieses” infiltrados en todas partes, también había que tener cuidado al hablar –o no hablar- acerca de algún miembro de la familia o el clan de los Trujillo, pues tenían la piel muy sensible y los errores se pagaban caros. Un buen ejemplo de ello fue el homenaje que se rindió en el hotel Matum de Santiago a un distinguido abogado, con la mala suerte de que ninguno de los asistentes al acto mencionó en su dedicatoria el nombre de Trujillo, y eso era un pecado mortal.

La omisión se consideró una ofensa al dictador y una conspiración por parte de los asistentes al susodicho ágape, todos los cuales cayeron automáticamente en desgracia, perdieron sus empleos y fueron públicamente denostados. De ahí salió el refrán “Acuérdate del Matum”, que sirve para recordarle a alguien un detalle indispensable en una que otra actividad.

Los periodistas de entonces, por nuestra parte, nos regíamos forzosamente por un código no escrito o nomenclatura natural cada vez que nos teníamos que referir a las personalidades del régimen. Recuerdo algunas de las formas más usadas:

“Ilustre Generalísimo y Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva”. (También, en las inauguraciones, éstas se debían a la “mano taumaturga del ilustre Jefe”, y según fuera la ocasión, al tirano se le denominaba “Primer Maestro”, “Paladín del Anticomunismo en América”, “Benefactor de la Iglesia”…)”.

“La culta y distinguida Primera Dama de la República” era la esposa de Trujillo, María Martínez, y la madre del dictador era “La Excelsa Matrona”.

“A Ramfis se le conocía como “El distinguido jurisconsulto y militar”, y a Héctor B. Trujillo “El aventajado discípulo”.

“Se me quedan en el tintero del olvido muchas otras expresiones clichés por el estilo, pero es bueno recordar ese pasado, para que ridiculeces como esas no se repitan en el presente ni en el futuro”.

El citado escrito del doctor Rafael Molina Morillo, es la expresión de la dura realidad que se vivía en el país, a nivel de libertad de expresión, durante toda la tiranía de Trujillo.
Continuará la semana próxima.

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