Sugerencia
Sugiero que todo aquel que decida leer los capítulos que integran este texto,
en aquellos
hechos
en los cuales figura el autor, haga abstracción de su persona y retenga
solamente los hechos en sí mismos.
Los criterios personales que emito no necesariamente responden a la verdad
absoluta; los mismos no necesariamente tienen que ser aceptados. Los sucesos
narrados pueden ser comprobados en la fuente de citas, las cuales figuran
al final de este escrito y sirvieron de base al exponente.
Introducción
En las sociedades humanas, los actos que ejecutan sus miembros siempre tienen
su explicación; la especie humana mueve sus sentimientos por motivaciones
de índole material o espiritual. Los hombres y las mujeres dirigen sus acciones
tomando en cuenta algo que les motoriza e impulsa a proceder en uno u otro
sentido.
En cualquier país, sin importar la coyuntura o sistema social y político que
impere, aquel que incide en los procesos sociales debe estar consciente de que
está expuesto a un riesgo, y el peligro es mucho mayor en la medida en que el
régimen de turno que se combate se comporta insensible ante los derechos
humanos y las libertades públicas. Es bien sabido que las aventuras, las
contingencias, aunque se ven como fruto de factores accidentales, de
casualidades que escapan a la voluntad de sus actores, en el fondo tienen sus
explicaciones resultantes de la realidad viva de la sociedad.
He expuesto todo lo anterior para explicar que desde muy temprana edad he
participado en la vida política de mi país como militante de un partido o como
simple ciudadano sin vinculación partidaria; también he actuado ligando mi
concepción ideológica con mi forma de ejercer el oficio de abogado.
Si en mi vida me hubiera limitado a ser un ciudadano que ejerce su derecho al
voto en los procesos electorales para elegir al presidente, a los alcaldes,
regidores, senadores y diputados, a ocuparme de mi profesión de abogado y a criar
y educar a mis hijos, de seguro que hubiera tenido una vida normal, tranquila,
sin dificultades y también hubiera estado en buenas con todo el mundo. De
comportarme en semejante forma mi persona se hubiera podido comparar con una
monedita de oro. Pero no.
Debo confesar que no he sido el ciudadano que todo ordenamiento social injusto
desea tener. He incidido en la vida pública como ciudadano normal y como
profesional del derecho, criticando, censurando e impugnando el sistema social
vigente y oponiéndome a los gobiernos odiosos, despóticos e intolerantes que ha
tenido el país. Como es natural, mis adversarios no me han respondido
lanzándome rosas, ni yo las esperaba. Por tanto, cuantas veces he estado en
prisión, he sido investigado o golpeado física y moralmente ha sido porque
aquellos a quienes les he sido adverso han utilizado en mi contra el método
considerado por ellos más adecuado para eliminarme o neutralizarme.
Muchos hemos sido testigos, sin proponérnoslo, de hechos ocurridos en nuestro
país y que no son debidamente conocidos por la mayoría de dominicanas y
dominicanos que, de buena fe, quieren conocer las interioridades y las causas
generadoras de los mismos. Los historiadores cumplen su función como
investigadores serios y objetivos cuando tienen a su alcance y disposición las
fuentes que les sirven para analizar un acontecimiento de naturaleza política o
social. En los artículos que me propongo desarrollar no quiero actuar como
historiador porque no lo soy, sino dar a conocer a la opinión pública nacional
acciones en las cuales he participado directamente o he sido testigo por
vinculación política o como profesional del derecho.
A mis adversarios políticos e ideológicos, a los prejuiciados, nunca los voy a
convencer de que lo que creo es mi verdad; a mis amigos no tengo que
explicarles nada porque me conocen. Pero mis nietos y mis nietas no saben por
qué su abuelo ha ido varias veces a la cárcel, por qué decidió defender ante
los tribunales a una determinada persona acusada de un hecho infamante,
como tampoco lo saben los jóvenes que hoy tienen quince, veinte, veinticinco o
cuarenta años de edad. Para ellos y ellas, y para los que de buena fe están
interesados en conocer hechos ocurridos en un pasado reciente, escribo este
relato.
Capítulo No. 0
Fisonomía del régimen de Trujillo y sus perversidades. Algunos rasgos de
comportamiento ante el régimen despiadado de Trujillo. Cuatro puntos como
ejemplo a destacar: a.- La libertad de expresión ubicada en la prensa;
b.- El caso de Minerva Mirabal; c.- El hostigamiento a
Minerva se extendió hasta Manolo y, d.- Una experiencia personal.
I.- Fisonomía del régimen de
Trujillo y sus perversidades.
1.- Resulta fácil tomar papel y lápiz y, como forma de gimnasia intelectual,
sentarse a reseñar episodios novelados; describir lo vivido por otros es pura
operación de resumen. A la sociedad humana se le hace un aporte honesto
y responsable cuando se le dice en forma exacta lo que ha ocurrido y
la coyuntura en la cual se produjo el hecho narrado. La veracidad no puede
ser salpicada con insinuaciones dudosas, solapadas y discutibles.
2.- Puede opinar con calidad y autoridad en torno a una realidad quien la ha
vivido y de sus interioridades saca vivencias; expone con certeza aquel que
puede describir expresiones de autenticidad. La certidumbre ha de estar libre
de toda irrealidad, porque de lo contrario es posible caer en narrar
fantasías, ficciones que solamente contribuyen a construir falsedades fruto de
la imaginación.
3.- Los antecedentes descritos con apego a la verdad histórica sirven como
referencia edificante para quienes se preocupan por conocer realidades, no
habladurías, chismes, ni simples datos cargados de rumores y maliciosas
murmuraciones.
4.- Pueden narrar lo ocurrido, sin mucho esfuerzo, aquellos que,
por una u otra razón, tuvieron la posibilidad de conocer en forma directa
los hechos que constituyen la historia real de determinados acontecimientos de
la vida política y social de un país.
5.- Para proceder a la comparación de una cosa con otra, hay que tener algo
como punto de referencia; sólo así podemos establecer, entre ellas, semejanzas,
diferencias o adecuada correlación.
6.- Cuantas veces se aborda el tema de los gobernantes que en el curso de la
historia han dirigido en forma odiosa, despótica y execrable a sus respectivos
países en América Latina y el Caribe, necesariamente debemos
referirnos en forma especial a Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien
gobernó por más de 30 años a la República Dominicana, aplicando métodos de
barbarie nunca antes vistos. Los medios que Trujillo utilizó contra sus
adversarios escapan a cualquier comparación. En cada acción despiadada, bestial
e inhumana de su régimen estaba impregnado el sello distintivo de
su carácter, su mentalidad diabólica y depravada.
7.- Las reglas para vivir en el territorio nacional dominicano, durante
el tiempo que Trujillo gobernó, las ponía él, y quien no las
aceptaba estaba condenado junto a su familia al silencio, a la cárcel, al
destierro o a la muerte. Trujillo decidía lo que cada habitante del país podía
o no hacer; cualquier persona que residía en el país,
mentalmente debía aceptar, obedecer los lineamientos trazados por
Trujillo. No había opción de acatar o desobedecer; pura y
simplemente cumplir con los dictados del régimen y
quien infligiera los designios del tirano pagaba con su vida, y la de los
suyos, las consecuencias.
8.- En todo el curso de la Era
de Trujillo, desde el momento de su nacimiento cada dominicano o dominicana,
debía de formarse la idea de que había llegado al mundo en un
espacio del globo terráqueo en el cual la forma de actuar ya estaba
predeterminada: aceptar, sin discutir ni rechazar nada; aprobar, sin derecho a
rehusar; tolerar, sin posibilidad a protestar, apoyar, sin debatir,
la desavenencia debía de ser santiguada con la concordia.
9.- La personalidad de Trujillo, su carácter, la expresión de su régimen;
el estilo de su política fue su sello distintivo fundamentado en lo perverso y
malévolo.
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