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martes, 16 de octubre de 2018

Necesitamos personas coherentes










Por: Ramón Antonio Veras.
 
I.- Las inquietudes de Onelio y la coherencia
 
1.- Onelio Espaillat Campos, quien en vida fuera alto dirigente del Movimiento Popular Dominicano-MPD-, en el curso del régimen de los doce años del doctor Joaquín Balaguer, una vez resultaba detenido por cuestiones políticas  uno de sus compañeros en la Región del Cibao, se comunicaba conmigo, y además de solicitarme encargarme de la defensa del apresado, me pedía que le consiguiera copia del expediente para analizar las declaraciones hechas por el detenido y así determinar cómo se había comportado ante los organismos represivos.
 
2.- Mi amigo Onelio, luego de estudiar el expediente que previamente le había entregado, si consideraba que su compañero se había portado débil, que no demostró firmeza ideológica frente a los investigadores, me decía; “Negro, por piedad sigue defendiéndolo, pero quiero que sepas que al parecer le dieron una pela para que confesara y veinte para que se callara; ese pendejo se rajó, se degomó por completo”. Por el contrario, si Onelio advertía que su camarada se había comportado con bravura en los interrogatorios, entonces me comentaba. “Ese compañero es un duro, no cedió, hay que protegerlo hasta lo último”.
 
3.- El objetivo de Onelio, de conocer el comportamiento de sus compañeros ya en manos de sus adversarios, era comprobar su firmeza o debilidad ideológica, la concordancia o incongruencia para dominar o no sus actuaciones. 
I.- La sociedad y los inconstantes
4.- El individuo de sólidos principios se conserva inalterable sin importar circunstancias adversas o favorables; el infortunio o la dicha no modificará su forma de actuar; será el mismo para, conforme su creencia, responder en sentido positivo o negativo. Los fundamentos que sirven de base a las convicciones guían las actuaciones; el pensamiento está condicionado por las ideas que ha asimilado el que acciona demostrando responder a lo que es su ideario, la ideología que llega a convertirse en la conductora de sus ejecutorias.
 
5.- En la medida que la sociedad dominicana se ha ido degradando, en igual sentido se desarrollan ciudadanos y ciudadanas que acomodan su conducta, carácter y proceder a lo que individualmente más les conviene. La utilidad y la ventaja doblan la voluntad para que se imponga la cultura ventajista que bien cultiva el oportunista. No se puede esperar idealismo, nobleza y espiritualidad en quien tiene su cerebro organizado para vivir de la oportunidad que más conviene.
 
6.- Una vez las sociedades se debilitan por las taras que las corroen, comienzan a nacer y desarrollarse mujeres y hombres que hacen de la volubilidad la cualidad que les identifica como personas de conducta caprichosa, porque proceden sin darle la importancia debido a las cosas que merecen especial atención; su ligereza la dejan ver en cada acto porque personalmente son insustanciales; demuestran no tener el espíritu que se requiere en aquellos que por su dinamismo cambian la situación de los pueblos de negativa a positiva, y de desesperada a esperanzadora.
 
7.- Lo que a diario observamos en nuestro medio es que no abundan los hombres y las mujeres de ideas sólidas; la entereza ha ido convirtiéndose en algo no común en el proceder de la generalidad de nuestros coterráneos. Están predominando aquellos que al actuar lo hacen bajo la influencia de la vacilación, dejando entrever que la duda les lleva al titubeo y que su accionar es fruto de la incertidumbre. La fortaleza, la entereza en las creencias se está debilitando lo que revela inestabilidad emocional.
 
8.- En la generalidad de los que participan en el accionar político nacional, sin mucho esfuerzo se comprueba que tienen en su cerebro un vaivén ideológico violento que no les permite mantener coherencia en sus posiciones. El balanceo en sus planteamientos lo llevan a presentarse dando bandazos. Ese que pasa huyendo de un partido a otro, el tránsfuga que tanto abunda aquí, es el que se mueve alternativamente hasta ver dónde se aloja a su mejor conveniencia económica.
 
9.- Ese político vacilante que al parecer no sabe lo que quiere, muchas veces saca ventaja a su estado de indecisión porque aunque aparenta estar inseguro, en el fondo de su alma tiene idea fija de lo que busca y le conviene. El oportunista de la política cubre su sinvergüencería con un ropaje de ingenuidad matizado de vacilación. En un ambiente político donde sobresalen los cafres se utiliza mucho el mecimiento, el traqueteo, el zigzag, porque impide conocer  a fondo al camaleón, a ese que cambia de parecer según su interés.
 
10.- Así como hay muchos animales que tienen rayas o manchas en su pelaje para camuflarse, también en nuestro país abundan profesionales de la política que para ocultar las ideas que emanan de sus cerebros y pasar por inadvertidos, se hacen los tontos, los despistados. Aquel que se mueve en línea quebrada, que anda culebreando en cualquier actividad que hace habitualmente es un zafio, aunque se presenta como todo un refinado personaje. Ese que simula sentimientos que no tiene es el farsante que quita seriedad y encanto a la política.
 
11.- El portador de ideas con doblez se maneja con ambigüedades y sosteniendo posiciones adecuadas para ser ablandadas o torcidas a conveniencia de quien hace de adversario. El inconsistente es fácil de suavizar, supeditar o hacer flaquear porque está preparado ideológicamente para someterse a la voluntad de otro. Solamente el que aguanta porque está lleno de entereza y con criterios sólidos, se conserva firme, con tenacidad defendiendo en lo que cree por convencimiento.
 
12.- Es posible salir victorioso en una lucha o competición sin tener que inclinar la cerviz; sin deprecación obtener lo que se procura lograr. La vida nos ha enseñado que aquellos que prevalecen en la conciencia de sus pueblos y se hacen merecedores de elogios son los seres humanos que se imponen sin tener que arrodillarse. No es acreedor de merecimiento alguno, sino de censura, el ciudadano o la ciudadana que cede en sus principios para escalar en lo político, económico o social.
 
13.- Merece ser considerado consistente aquel que ha proseguido en una postura sin desistir de sus ideas, cejar en sus convicciones ni abandonar los objetivos que ha proclamado y por los cuales se inició en la batalla para lograrlos. La norma de conducta mantenida sin tacha ni claudicación eleva a quien la honra.
 
14.- La comunidad humana necesita contar con grupos de personas que prueben tener la tenacidad para la realización; constancia en la continuación de la tarea comenzada. El individuo perseverante es el que insiste en obtener lo que ha motivado su accionar, y forma parte de los que hacen posible los cambios que requiere la sociedad para progresar.
 
15.- Ese hombre o esa mujer que tiene bien definida y organizada sus ideas, está llamado a triunfar por el conjunto ordenado de las reglas y principios que le sirven de orientación. Tener un plan de trabajo, una técnica para ejecutar, es demostración de estar sometido en su forma de obrar a un sistema invariable y metódico. A diferencia del variable y desordenado, el sistemático se acopla a una línea de pensamiento ajustada a la razón. 
II.- Comenzar con la niñez
16.- Nuestro país necesita formar ciudadanos y ciudadanas que sean coherentes, es decir, que actúen de acuerdo a sus ideas y principios. Se impone producir un ser humano instruido, que se vaya desarrollando y educando con los conceptos, creencias y opiniones que en su conjunto constituyan su pensamiento; que su entendimiento esté acorde con lo que va a ejecutar; que haya armonía, combinación entre pensar y obrar.
 
17.- Para llegar a contar con entes sociales que en el futuro sean consecuentes; que piensen y obren con coherencia, es preciso comenzar a trabajar la mente de las niñas y los niños en los hogares y en las escuelas. Educando a la niñez para que en el mañana actúe con conexión lógica, ilación y pertinencia, es posible llegar a tener personas que en sus ejecutorias esté el sello de su sano pensamiento.
 
18.- Si estamos conscientes de que se hace necesario contar con personas que tengan un comportamiento distinto al de las de ahora, se impone darle forma a ese que será miembro de una sociedad con una ética y moral opuesta a la actual. El hipócrita, engañoso, simulador, fingidor e insincero no deben continuar desempeñando el papel del individuo destacado de la sociedad. La franqueza hay que rescatarla para que vuelva a ser una virtud y no una simple pose.
 
19.- Necesitamos preparar jóvenes de carácter, con esa manera de ser que distingue a una persona de otra, y así saber que cuando hablamos  con una ciudadana o un ciudadano lo estamos haciendo con alguien de solidez de pensamiento, que merece ser escuchado porque lo que dice es verdad, aunque pueda estar equivocado. En la actualidad no sabemos cuándo escuchamos a un farsante o a un ser íntegro, porque abundan los simuladores y los inestables.
 
20.- No debemos continuar departiendo con personas de proceder vergonzosos, censurable, que hoy se presentan como santos y mañana como demonios. Es bueno contar con individuos sin tacha, honrados, rectos, probos, que se venden como intachables y realmente lo son. Lamentablemente, en la actualidad nos estamos moviendo al lado de grupos humanos que por sus actuaciones revelan que tienen problemas de conducta; que les hace falta educación domestica; adiestramiento familiar; enseñanza cívica y disciplina para hacerle honor a principios éticos y morales.
 
21.- En el país está haciendo falta el munícipe que inspire respeto por su coherente comportamiento y esté hecho de una sola pieza. Necesitamos contar con ese ser humano sin dobleces; que no engañe simulando y burle fingiendo; no tome el pelo al amigo; no haga del fraude una habitualidad; que sea original por entero y no mitad farsante y medio sincero; que no se comporte como un canalla por la mañana, decente por la tarde y en la noche una mezcla   de honesto y truhan. El sinuoso y el recto no deben merecer igual trato; el bribón y el discreto deben ocupar espacios diferentes en la vida pública.
 
22.- La manera de portarse debe servir para identificar a los hombres y a las mujeres con los cuales contar para construir la República Dominicana a que aspiramos y merecemos tener; que esté compuesta por ciudadanos y ciudadanas con un estilo de vida que sea la expresión de su proceder para así honrar la idea de que “la conducta es un espejo en el que cada cual muestra su propia imagen”. A las niñas y a los niños en el hogar y en los centros escolares hay que enseñarles que: “He de portarme siempre como si la norma de la conducta de mis actos hubiera de convertirse en ley universal”.

lunes, 8 de octubre de 2018

La procacidad daña la política









Por: Ramón Antonio Veras. 
I.- Diferencia de clase y de ideología 
1.- La especie humana no llega al mundo de los vivos con un ideario, sino que lo va formando en el medio social donde le corresponde vivir. Su pensamiento va a estar condicionado por factores que van desde la posición que socialmente llegue a ocupar hasta los ideales que asimile.
 
2.- No es posible la unidad ideológica en los integrantes de una sociedad regida por un sistema social que motiva la existencia de diferentes clases sociales, porque de la misma forma que se da la escisión clasista, está presente la separación de pensamiento entre los diversos grupos de la comunidad. La concordia de criterios y la armonía de ideales, entraña la cohesión doctrinal, unidad de convicciones y afinidad de credo.
 
3.- En un ambiente económico y social heterogéneo, las clases sociales manifiestan sus aspiraciones partiendo de los intereses que les sirven de guía en sus actuaciones. La diversidad clasista hace posible la pluralidad de ideologías, la vigencia de partidos políticos con posiciones opuestas y la desemejanza en la conducta ética y moral de los actores que inciden en el quehacer político nacional.
 
4.- La discrepancia en las creencias no es más que la señal de que en el seno de la sociedad se mueven intereses entre los cuales hay contrastes y, por tanto, necesariamente ocurren pugnas que llegan a ser irreconciliables. La compatibilidad no es posible entre quienes se adversan porque para que se dé la afinidad debe haber correspondencia. El encaramiento se lleva a cabo dependiendo del nivel ideológico de los contendientes y de lo áspera o blanda de la hostilidad.

II.- El insulto a los adversarios políticos 
5.- En nuestro país, por el atraso ideológico que exhiben los distintos sectores que participan en el debate político, la disputa se lleva a cabo a nivel de dimes y diretes, en ataques personales y no en la confrontación de ideas. El tiempo se está utilizando más hablando de cuestiones sin trascendencia, que de problemas de importancia. Las vacuidades, ligerezas y cosas huecas se destacan más que los temas sustanciosos y de interés para la comunidad. No se observa profundidad en la polémica, razonamientos de altura ni reflexiones que motiven análisis escrupulosos. El político concienzudo ya no está en la palestra porque fue desplazado por el zafio, ese grosero de lenguaje limitado y soez.
 
6.- La contienda de ideas aquí ha desaparecido porque no hay mucho material humano para sostener un juicio ideológico en el cual esté de por medio el cuestionamiento del orden establecido. Porfiar con respecto a los fenómenos propios del sistema que mantiene oprimidas a las grandes mayorías nacionales y encalabrinarse con sólidos argumentos para demostrar las causas de los males que nos dañan, no está a la orden del día en la agenda de los politiqueros vacíos de ideales. Ha sido más fácil acomodarse al discurso sin sentido ni contenido, que controvertir para poner al desnudo el origen de lo que hace posible la degradación en que nos encontramos.
 
7.- Se ha hecho cada vez más notorio el hecho de que a la mayoría de los que hacen política pública en forma habitual, les resulta más cómodo insultar a los adversarios descalificándoles con términos urticantes, que contender recurriendo a la palabra para convencer y así demostrar la verdad de la materia sometida a discusión. El que está huérfano de ideas bien organizadas se encuentra en la imposibilidad de altercar con posibilidades de éxitos sin difamar. El pobre de mente no puede dialogar decentemente porque cae en estupideces y entonces enseña su tosquedad y pobreza de pensamiento.
 
8.- Porque incursionar en la actividad política se ha convertido en un negocio lucrativo, los mentecatos han dañado una labor que, como la política, es para personas juiciosas, talentosas y reflexivas. Un nulo de talento es incapaz de reñir con altura, y cuando enfrenta a un versado de la política fina se ve en la necesidad de transigir en sus posiciones o limitarse a escuchar a su contrincante. Una cosa es injuriar a quien combate, y otra es vencerlo con nobleza. La escasez de ideas y lo reducido del discurso retrata de cuerpo entero a quienes se han creído que tener conciencia política es cochambrería o marranada.
 
9.- La gracia de la política está en ejecutarla con brillantez frente al que hace de oponente. Sin importar que se exponga desde el oficialismo o en el campo opositor, el debate hay que llevarlo con altura, porque de lo contrario la polémica cae en la diatriba y la obra política pierde belleza, se ve como entre vulgares que más que activistas políticos son practicantes de la chabacanería. La bajeza ha logrado tomar imperio en la brega política porque al degradado, indigno, calumniador y sinvergüenza le han dado espacio para hacer lo que es su arte: herir a quien no puede vencer en el terreno de las ideas limpias y cargadas de razones.
 
10.- La indigencia ideológica que padecen los murmuradores de la política, nos enseña que ellos solamente están preparados para comportarse disonantes, exagerados y bellacos,  con lo que han logrado arruinar la parte bonita del accionar político. El político de ayer, que demostró tener disposición, inspiración y desprendimiento, hoy se ha encontrado con vividores que solo saben ser artificiosos, marrulleros y arteros. Con adversarios semejantes es muy difícil lidiar. Pugnar ante quienes no tienen la menor idea de lo que es actuar con lealtad en la riña política, es estar condenado al fastidio, al asco y permanente enojo.
 
III.- El dominio ideológico en el accionar político y social 
11.- Lo único que permite el avance de los pueblos para alcanzar más y mejores objetivos es la lucha social, la cual debe estar impulsada por las fuerzas motrices interesadas en la transformación del statu quo, pero ellas deben tener el suficiente dominio ideológico para la aplicación de los métodos adecuados en cada coyuntura que se presente. Aquí, hasta ahora, la brega política se ha llevado en los marcos de la politiquería que conduce al rezago; al retraso que guía a la dilatoria para lograr el triunfo y prolonga la presente situación.  Lo que conviene a los sectores democráticos más lúcidos es romper el cerco politiquero que les han tendido aquellos que bien se mueven en el ambiente actual y son opuestos al adelanto, a la rapidez que debe acompañar el trabajo político serio.
 
12.- Los términos hirientes y fastidiosos pueden mortificar o no a los sectores económicos y políticos que se aprovechan del sistema, pero en nada contribuyen a socavar la base que le sirve de sostén la cual solo cambia por el empuje de la lucha social consciente y organizada desplegada por luchadores sociales. Aplicar chácharas, habladurías y verbosidad, es muy propio de quienes desconfían de la potencialidad, la energía y determinación que acompañan a los que por su dominio de la política y conocimiento del desarrollo de las contiendas sociales fundamentan su accionar en la aplicación certera de los medios adecuados para salir adelante.
 
13.- Aquel que busca ganar simpatía personal a costa de hacer bromas contra los que controlan el poder y las instituciones del Estado, no pasa de ser gracioso, comediante y apreciado bromista. No es lo mismo un chistoso, enredador, comadrero y jocoso, que un verdadero transformador de la realidad injusta que padecen las grandes mayorías víctimas de la opresión social. Se aporta a los cambios sociales denunciando las causas que generan las lacras, no haciendo payasadas, bromas y chanzas que caen muy bien como chistes, pero no motivan indignación en las masas desposeídas. Las querellas que llevan y motivan acciones son las que envuelven problemas sociales, no las injurias. El changüi no lesiona los intereses del opresor, aunque haga reír a quien es víctima de la opresión.
 
14.- Por muy injusto, odioso, despótico y corrompido que se convierte un gobierno, nada se logrará lanzándole maldiciones, despotricándolo y anatematizándolo. Lo pervertido y execrable de un orden social llega a ser comprendido por el pueblo al tomar conciencia y tener el convencimiento de que el statu quo es insostenible y necesariamente debe ser sustituido. Los oprimidos no se liberan de la opresión haciéndole caso a los desesperados que solo saben desbocarse con disparates que no afectan en lo más mínimo el dominio de la minoría sobre la mayoría de la población. El mal humor, el enfado y lo avinagrado que resultan los conflictos fruto de la desigualdad de oportunidades solamente se superan mediante las acciones conscientes de las masas,  no con poses de comediantes, histriones y fantoches.
 
15.- El picotero y verboso ha logrado ganar espacio en la política porque el desarrollo ideológico ha descendido. Allí donde la politiquería hace acto de presencia, sobresale aquel que, al desconocer las ciencias políticas, se apoya en cotorrear, cuchichear y difamar para llegar a las masas y así hacerse político a la carrera, teniendo como medio de penetración la fanfarronería, el insulto, la cuerda y el chicoleo. El inoportuno y corto de ideas se destaca ante quienes disfrutan con la invectiva y la sátira del burlesco.
 
16.-  En un medio como el nuestro, degradado hasta el tuétano, penetra más fácil en la conciencia popular el que insulta por órgano de un canal de televisión, que quien se dispone a llevar sana orientación cívica y ciudadana. Los disparates, las ignominias y barrabasadas se fijan con más facilidad que la sensatez y la mesura en la mente de los grupos más atrasados. Lamentablemente nos estamos moviendo en el terreno ideal para el individuo extravagante, pervertido y desmesurado. El péndulo nos está diciendo que el disparatado cree que ha llegado a la política para hacer el trabajo que la historia ha reservado para aquellos que abrazan la lucha social con el objetivo de ejecutar las transformaciones que requiere cada sociedad para hacer la vida acogedora al ser humano.
 
17.- Todo aquel que va a la actividad política con la finalidad de hacer realidad ideales de felicidad para el pueblo trabajador, está en el deber de comportarse con coherencia, firmeza y seriedad, demostrando así fidelidad a sus convicciones. El obrar político y social requiere en el militante un sano juicio no contaminado con ideas nocivas que, aunque cubiertas con un manto de nobleza, encierran ruindad, maldad, vileza y deslealtad. La persona hecha para actuar en provecho de la sociedad no debe utilizar nunca contra sus adversarios métodos de lucha deleznables.
 
18.- Los términos ofensivos dirigidos al antagonista político no hacen otra cosa que reducir a los que los emplean, a la vez que revelan que no hay cacumen en su cerebro. La poca lucidez pone en evidencia al necio que está en política para fastidiar, enriquecerse e impedir el desarrollo de la conciencia social del pueblo.
 

martes, 2 de octubre de 2018

Cuidarnos de los mentirosos




Dedico este artículo a las víctimas de la mentira



Por: Ramón Antonio Veras.
                                           I.- Miedo a los ratones y a los mentirosos
 
1.- Aunque sea en forma circunstancial, históricamente, el ser humano ha estado bajo la influencia del miedo, sin que por esa situación se pueda calificar como miedoso; hasta el más valiente ha tenido momentos de temor. Aquellos que creen en alguna fuerza o influencia no explicable por la razón, los supersticiosos, difieren de los temerosos, porque fijan su cobardía en algo que no están en condiciones de explicar.
 
2.- Recientemente, en el curso de una entrevista que se me hizo en un programa de televisión que se origina en un canal en la ciudad de Santiago de los Caballeros, el entrevistador me preguntó a qué le tenía temor. No lo pensé dos veces para responderle que en mi vida me producen miedo los ratones y los chismosos. Mi actitud de rechazo a los roedores, me lleva a tener en mi hogar siempre, por lo menos, cinco gatos porque los considero sus más firmes adversarios. La turbación que me generan las ratas la ligo al espacio físico donde estaba ubicada la vivienda donde nací y permanecí los primeros años de mi niñez. En lo que se refiere a los murmuradores, mi aprensión hacia ellos es ocasionada por el proceder deslenguado que afecta a amplios segmentos sociales con los cuales me ha correspondido vivir en mi adultez.
 
3.- Debo admitir que me ha sido más fácil vencer el pánico hacia los ratones, que el horror que me causan los cizañeros. Los felinos se encargan de mantener alejados a los animalitos que me alarman, pero a los difamadores no hay forma de pararles sus lenguas cargadas de veneno. El ratón es, hasta cierto punto, inofensivo, porque solamente ataca cuando es colocado en una encrucijada. Pero el habitual chismorreador no se detiene nunca en su afán de despellejar al ser humano más noble. La mala impresión causada por la presencia del ratón, no se compara nunca con la irritación que motiva el chismoso que perturba hasta con la referencia que se hace de su perniciosa persona.
 
4.- El miedo que generan los ratones es circunstancial, pasajero y puede evitarse. Pero el pavor que motiva el chismoso es permanente, no efímero. Es posible eliminar una plaga de ratones fumigando su madriguera, pero para quitarse de encima a un difamador hay que higienizar a toda la sociedad, o una gran parte de ella, porque el calumniador está afectado de un quebranto sistémico que lo impulsa a ser perverso, haciendo de la censura maldita su pasatiempo favorito. El maldiciente se siente realizado cuantas veces ultraja a su víctima llevándola hasta el más profundo martirio.
 
5.- Dentro de mi temor a los ratones he llegado a ser con ellos mentalmente tolerante, al reconocer que en ocasiones han sido de provecho para la sociedad humana, porque han servido para investigaciones científicas favorables a la humanidad. Pero no puedo decir lo mismo de los aficionados al chismorreo que solo sirven para dañar a los demás. El liante está en el medio solo para traer pesares hasta a los que no conoce, porque como malévolo que es mortifica a inicuos y virtuosos.
II.- Proceder del mentiroso
 
6.- En el mentiroso están reunidas todas las condiciones perversas que colocan a las personas en estado agrio; tienen habilidades para que el mal humor llegue negativamente a la conciencia de aquellos a quienes procuran colocar permanentemente enfadados, ásperos, belicosos y de cualquier manera disgustado. El que miente busca con su malevolencia que a quien daña se sienta anímicamente enconoso, y nunca alegre.
 
7.- Para ganar confianza, el mentiroso actúa con simulación la que acompaña de zalamería, adulación y otras actitudes mimosas. No es fácil descubrir las bellaquerías de quién miente, porque ejecuta sus maldades envueltas de halagos, monerías y poses que maneja con suma hipocresía, fingimiento y cuantas trampas puede poner en su accionar de engañador y farsante.
 
8.- El embustero quebranta la fidelidad porque está hecho para la traición. Actuar con villanía es un deleite para el que hace gala de la falacia. El falso es un individuo ingrato, de dos caras, alevoso y jugador a dos bandos. Nunca práctica la franqueza porque no sabe ser fiel. Expresa sus mentiras con el vicio de menudear a fin de que la frecuencia de su falacia sea aceptada como veraz.
 
9.- Nadie escapa de las maquinaciones del mendaz, porque no se detiene ante nada ni ante nadie. Lo suyo es disminuir, menguar y como quiera poner en decadencia la honorabilidad de quien merece respeto y distinción en el medio donde vive. Busca causar perjuicio, hacer ver al decente como indecente, desacreditar para menoscabar al respetuoso, y manchar honras forma parte de su arsenal diabólico e infame.
 
10.- Porque el trolero está diseñado para motivar pesadez, se mantiene constantemente desarrollando conversaciones en las que destaca derrotismo, desesperanza, desánimo y negatividad. El patrañaso, embrollador e impostor no se cansa; permanece sin vacaciones con el objetivo de abrumar con sus mentiras generalmente mal intencionadas. Busca desmoralizar, llevando con acusaciones falsas e infamantes a la congoja y al remordimiento sin causa.
 
11.- Decir una cosa por otra, faltarle a la verdad forma parte de la conducta de aquel que con sofismas, embustería y ficción trata de hacerse merecedor de confianza, digno de ganarse la buena voluntad y acreedor de elogios de parte de la persona sincera y sin dobleces. Aquel que se mueve en el mundo de los trufadores y engañadizos no tiene la más mínimas condiciones para comportarse limpio y transparente porque está huérfano de claridad.
 
12.- El tramoyista es capaz de generar las peores diferencias entre personas que disfrutan la amistad sincera, y se encuentran unidas por afectos recíprocos. Por ser insidioso, el macaneador está en condiciones, con su espíritu rollista y ficticio, de crear desavenencia entre aliados ligados por la más sólida amistad y pura camaradería. Allí donde predomina la armonía, el que miente lleva la discordia.
 
13.- Aquel que tiene el hábito de hablar mentiras, por su postura fingida impide descubrir la forma de cómo reacciona ante un hecho. Con toda frialdad se muestra conformista e inflexible, adaptable e intransigente, rígido y maleable. El mentiroso posee el don de hacerse el débil; como el que está ya desfallecido, aunque conserva toda su fortaleza para en el momento oportuno exhibir su potencial de parlanchín, lenguaraz y gárrulo.
 
14.- El mentiroso, con el fin de alcanzar sus objetivos hace creer que es un ser humano fuera de serie; aparenta ser impresionante y de buen carácter; simula ser todo un emprendedor, listo para organizar, forjar y establecer lo que sea necesario para progresar. El falso, en su afán de confundir, hace suponer  que es muy educado, que está debidamente adiestrado, que es un ente social maduro, disciplinado para lo que sea, aunque en el fondo no es más que un irresponsable e informal.
III.- Temor justificado ante los mentirosos
 
15.- Aquel que tiene la oportunidad de estudiar detenidamente el conjunto de cualidades que distinguen al embustero, puede darse cuenta que es una persona caracterizada por la superficialidad; vive de la chismografía; es de naturaleza insustancial; se ocupa de asuntos sin trascendencia y gusta de abordar cuestiones irrelevantes. Su vocabulario es de poca significación y compuesto en su conjunto por trivialidades que emplea para menospreciar y quitar importancia a las virtudes ajenas.
 
 16.- Para hacer de la mentira un proceder normal hay que ser maligno por entero, abyecto de formación, malévolo por gusto y pérfido desde siempre. El que inventa perversidades contra alguien, no es de buen corazón ni de sanos sentimientos; no es un ángel, un bendito ni de buena pasta; no tiene nada de considerado ni mucho menos puede ser llamado un primor, una exquisitez de persona. El fabulador es perjudicial como ciudadano; deplorable como comunitario e inadecuado para compartir con los miembros de la sociedad que demuestran ser de buena calidad.
 
17.- Ante el mentiroso hay razón para mantenerse sobrecogido, lleno de espanto y horrorizado de pie a cabeza. No hay forma de ser atrevido, estar cargado de valentía ni de audacia. El accionar de aquel que se siente a gusto con la mentira, neutraliza cualquier gesto de bravura. No hay coraje, intrepidez ni temple frente al que hace de la mentira su arma preferida. El más audaz, brioso y denodado queda como cobarde frente al obrar del mentiroso.
 
18.- Para la paz espiritual lo que más conviene es mantener alejado al mentiroso, porque en la medida que se neutraliza su lengua, también se nulifica su obrar dañino. En verdad, lo determinante es suprimir toda relación con el embustero; hacerse de cuenta que desapareció; que dejó de existir, porque solo así se sabe que el ambiente se ha liberado de quien vive para deshonrar; empañar fama y oprobiar; deslustrar buena imagen y desprestigiar.
 
19.- Con el convencimiento que tengo de lo nocivo que es el mentiroso para la convivencia civilizada y la sana armonía, he llegado a formarme la idea de que mi temor hacia los ratones debe ser disminuido porque, en fin de cuentas, lo mío hacia ellos puede ser un miedo infundado, mientras que el justificado  horror cada día se afianza más en mi por las perversidades de los embusteros. Con respecto al ratón es posible que con el tiempo yo proceda, algo así, como echándole agua al vino, recogiendo velas, pero con el que habla mentiras debo actuar pensando siempre en el terror que me produce.
 
20.- Los ratones, históricamente, han sido tomados en cuenta positivamente, hasta el punto de que en la actualidad algunos seres humanos los tienen como animales a los que se les atribuye la virtud de traer buena suerte. Pero a ninguna persona con sano juicio se le puede ocurrir tener a un mentiroso como figura de cualidades para traer dicha. Por el contrario, el embustero es signo de desgracia, infortunio y desventura.
 
21.- En el medio social nuestro cualquier persona de sanos sentimientos y correcto proceder está llamada a resultar lesionada material o moralmente por un chismoso de los tantos que abundan y con los cuales, por una u otra razón, estamos llamados lamentablemente a compartir. El ser humano bondadoso es el más propicio a ser perjudicado por el embustero porque, como se ha dicho, “los propósitos que hace la persona sana de no engañar nunca a nadie, la exponen a ser engañada con frecuencia”.
 
22.- Al tratar con el mentiroso hay que ser sumamente ágil de mente porque: “Habla él con tan gentiles palabras, y tiene tal aire, promete con tanta pasión y jura con tanta gracia, que el ser engañado por él sabe a gloria”. Debemos cuidarnos de los mentirosos.
 

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